Aun no me queda claro
como llegué finalmente a la danza. Eso sí, tengo un montón de cuentos que voy
adaptando dependiendo del día o de mi estado de ánimo. En algunos llego a ella
como por arte de magia o más bien como extraviado, algo así como una aparición,
un espanto que asusta por primera vez. En cambio hay otros donde me voy
deslizando suavecito, de manera muy fluida, hasta llegar a ser yo. Y cuando
digo yo, me gusta pensar danza.
Ila Nieves |
Si se mira con el debido cuidado, el asunto de la membresía en la danza tiene sus sutilezas. De hecho pienso que es más fácil ser de la danza si no se es de más nada. Se podría pensar que esto se debe a la capacidad que tienen ciertos individuos para poner toda su atención sobre ella, pero la realidad es que también reconocemos como gente de danza a algunos que sin esforzarse tanto pululan entre salones y ensayos o cafetines, sin llegar nunca a danzar o a escribir o a construir la danza desde otros posibles. Es decir así como tenemos nuestra gente hacendosa, disciplinada y trabajadora, también tenemos nuestros vagos. Bueno y qué le vamos a hacer, son los vago de uno.
archivo personal |
Para tratar de explicar
mi filiación particular, debo asumir con total responsabilidad que he tratado
de serle todo lo infiel que he podido sin mancillarla, sin pretender ultrajarla
y sobretodo sin incurrir en el abandono o en la desidia. Es como tratar de
vivir todo lo que está al alcance de este cuerpito y esta cabeza mía, pero
llevándola siempre conmigo. Y sólo con un esfuerzo extraordinario se me ha
permitido mudarme a ese territorio privilegiado que es vivir desde el cuerpo.
Ser siervo de la danza. Mi certificación, mi legitimidad sólo me la otorga el
hecho de que ella me anteceda y me reconozca. Mis otras muchas identidades sólo
adquieren sentido si se interpretan a partir de ese ser bailarín. He llegado incluso a pensar que sin la danza yo no
soy.
Mi tiempo haciendo
parte de esta legión me ha permitido presenciar el exilio de los cuerpos. El
doloroso destierro de aquellos que no se desean a sí mismos más como bailarines
o coreógrafos o lo que sea. Pero incluso así, desde mi experiencia y mi memoria,
hacen parte de la danza. Como si esas personas se hubieran escindido y tuviesen
algún otro yo bailarín habitando algún salón, usando ropa holgada y andando con
los pies descalzos. Algo así, como un diálogo entre tiempos distintos. Alguien
que sabe lo que es rodar por el piso o que te duelan los pies o que necesites
más de una muda de ropa íntima al día, así ya su yo presente no mantenga ninguno
de esos hábitos e incluso en algunos casos observe con distancia o desdén
nuestra forma de vivir.
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IUDET 1992 |
También disfruto ver cuerpos
nuevos. Me gusta presenciar cómo se van haciendo parte, cómo se van
incorporando. Obviamente en algunos casos envidio lo fácil de la vida simple,
de la entrega automática y desprevenida al universo de la danza. Aunque eso de
ser fácil en la danza muchas veces haga difícil el tránsito por la vida común.
Pero igual, sinceramente son un encanto. Y los ves y ya, no hay duda, son parte
de la danza. Sin más, sólo entrega y sudor y cansancio y franelitas recortadas
y pies con ampollas.
Es así entonces como
además de nuestros vagos y nuestros esforzados, nuestros detractores y amantes,
nuestros poetas, intelectuales o iletrados, los sensibles y los guerreros, los muy
dotados y los eternos repitientes, también así tenemos nuestros santos y
maestros. Y a ellos les pedimos nos den fuerza y nos guíen, porque el problema
no es que la danza no sea más o deje de ser, porque ella siempre se encenderá
como chispa allá donde hayan cuerpos y ganas y mundos para ser danzados. Si
debemos pedir por algo, que sea por tener la oportunidad de seguir siendo
parte, de seguir buscando, encontrando y compartiendo el sentido de la libertad
de los cuerpos en movimiento. Que los nuestros nos iluminen y que su vida sea
certeza de que vale bien este tránsito, que la danza siempre será nuestra casa,
un hogar donde hacernos fuertes y confortarnos.
Rafael Nieves