Mermelada
Diez guayabas dulces. Un
limón. Media panela de papelón. Una cuchara de madera y otra normal. Licuadora
(al gusto). Cuchillo. Una paila regular y fuego bajo tirando a medio. Frasco de
mayonesa reciclado. Una excusa para el pan. Unas ganas enormes de comer dulce.
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Mermeladas en matero de limón |
Tengo mucho más que un par
de razones para comprender lo necesario que sería no realizar este tutorial
para hacer mermelada, sobre todo sabiendo que con el mismo estaré no sólo
contribuyendo a prolongar los efectos negativos de la dependencia al dulce de
alguno de mis amigos (los que aún me toleran), sino además por el carácter
subversivo que puede revelarse detrás de la divulgación de formulas para
propiciar pequeñas alegrías en medio de un ambiente resuelto a mantenernos en
un estado constante de indefensión emocional. Particularmente recomiendo la guayaba
porque además de ser relativamente económica, se consigue casi durante todo el
año y su dulzor amerita menos cantidad de papelón, sobre todo cuando está muy
madura y ya nadie quiere comerla. La panela recomiendo picarla por la mitad e
incluso un poco menos para una cantidad aproximada de diez guayabas regulares,
que son generalmente las que uno consigue y que en nada se asemejan a las
grandes y perfectamente redondeadas que aparecen en cualquier publicidad
engañosa. Mi primer consejo es que derrita el papelón en muy poca agua de
manera que cuando añada el licuado no tarde tanto en agarrar textura. Yo
particularmente prefiero primero sacarle toda la piel a las guayabas, porque si
bien se supone que es muy nutritiva, deja un sabor muy amargo en el cocido. Por
más ahorrador que usted sea no intente hacerla parte (ya lo intenté y ni bañada
en almíbar pasa). Licúe la fruta con poca agua. Yo lo hago en dos partes, primero
con una cuchara saco la pulpa del centro que tiene las semillas y a esas si les
pongo más agua para poder colar (olvidé poner el colador entre los utensilios
necesarios perdone usted pero es que a veces uno se planta con la idea de
escribir algo y termina echando un cuento sobre otra cosa que le pasó digamos
mientras intentaba hacer una mermelada de guayaba y llega de la calle la familia
y cuando abren la puerta lo primero que se les ocurre es decir que todo el
edificio huele a delicia y entonces uno piensa qué maravilla tengo que escribir
sobre esto pero ni idea de cómo hacerlo a menos que escriba una receta). Segundo
licúo el resto de la guayaba con poquita agua de manera que quede muy espeso y
me dé al menos la sensación de compota. Todo esto se va añadiendo a la paila
donde previamente hemos derretido el papelón y se sigue cociendo a fuego lento.
No me pregunte usted cómo se me ocurrió creo que fue en internet averigüé que
el limón es un preservante natural de manera que mientras se cocina le exprimo
al menos la mitad de uno y le garantizo que la mermelada puede llegar a durar más
de mes y medio en la nevera a no ser que sea usted de los que acostumbran a
meter los dedos en el frasco en medio de constantes ataques de ansiedad o reciba
la visita de algún amigo justo el día que pudo hacer la cola para el pan o
completar para comprarse un paquete de galletas saladas de esas a las que les
viene tan bien una mermelada de guayaba casera y el orgullo de haber satisfecho
usted mismo su vicio tan burgués por el dulce.
Pantalones
amarrados
Agujas. Hilo resistente y de
color variado. Telas, las que se puedan. Alfileres, tijeras, tiza para tela.
Dedal. El patrón: papel periódico, cinta adhesiva y lápiz. Sobre la abolición
de las tallas. Enmarcado en la campaña mundial por la entrada en desuso del
cinturón tanto su versión plástica por sus repercusiones negativas en el
ambiente como los de cuero que tanta muerte y desolación han traído a nuestro
querido reino animal.
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Mis pantalones amarrados de drill |
Entre mis haberes está la
proeza de haber realizado un pantalón a mano durante una velada de tragos. Todo
comienza con la frase -Qué bonito pantalón, ¿lo hiciste tu mismo?- que no sé
ustedes pero a mí me suena a reto. Ese último día después de recibir el año
nuevo en una casita en la montaña, sentado junto a nuestros caseros compartiendo
una botella de licor artesanal que sobrevivió apenas un par de días a las fiestas.
La posada a la vez dormitorios y restaurante de comida hindú al cual sólo se
accede por reservación los domingos por la tarde. Ellos mismos siembran casi
todo lo necesario para sus platos, así que como es de esperarse fascinados en
seguida con la idea de un tipo que se hacía el mismo sus pantalones. El modelo
de este tutorial es una versión personal de esos pantalones que no usan correa
sino que llevan cosido en la parte trasera un cordón que se amarra hacia
delante sobre la tela y que luego permite doblar el sobrante por encima dando
esa apariencia de pequeña falda corta. Basta con metro y medio de tela para
realizar uno contando con el hecho casi generalizado de que las telas traen de
fábrica una medida de metro y medio de ancho. Su carácter ajustable hace que
este modelo sea excelente para prevenir los problemas de talla o incluso ayudan
a disimular las pérdidas masivas y poco planificadas de peso. Así que en vez de
preocuparnos por abrir más huecos a los cinturones podemos concentrarnos en la
campaña universal para abolirlos definitivamente ya no sólo por la forma
caprichosa en que sirven de evidencia de los tiempos malos, sino también para
deslegitimar su uso como medida disciplinar coercitiva lo cual dejaría sin
excusas a una cantidad considerable de matones y aprovechadores que de manera
irresponsable acostumbran a culpar a sus progenitores por sus faltas y excesos.
El patrón es muy simple porque solo amerita que se corten ambas mangas con un
largo que puede ir desde la cadera hasta el tobillo o más corto dependiendo del
gusto. La punta que marca el ancho del tiro se toma del máximo que permita la
tela plegada en cuatro a todo su largo y desde esa punta hasta abajo se le
puede dejar recto. Para la distancia del tiro hacia el vientre podemos tomar
como referencia una cuarta de la persona, que es básicamente la distancia
máxima extendida entre el dedo pulgar y el meñique de su mano. De manera que
con solo un corte obtienes ambas piernas que no tendrán costura lateral. La
tercera pieza que hará las veces de pretina o sobre falda debe medirse como el
resultado de la unión del ancho de las caderas que en cada pieza tiene apenas
una diferencia de dos o tres dedos menos del ancho del tiro. Dependiendo del
uso se puede concluir que por resistencia el drill es la tela más conveniente,
sobre todo pensando que este modelo muy de moda en los salones de yoga y
meditación puede servir sin ningún inconveniente para cualquier tipo
de trabajo manual. Aquella vez por ejemplo entre las cosas viejas del
restaurante apareció un mantel viejo y cuadrado de un drill verde muy desteñido
que durante el resto la nuestra velada fue ganando la forma de pantalón hecho a
mano ante la mirada atónita de nuestros amigos. Por muy increíble que parezca cualquiera
medianamente cercano puede confirmar que entre mis cosas siempre hay agujas,
hilo y un dedal. El frío matizado por los tragos de aquella madrugada de
montaña no evitó que realizara una detallada exposición sobre cómo realizar la
costura inglesa, ni el cuento acerca de cómo aprendí esa técnica maravillosa de
manos de la nona querida en los talleres del teatro, lo cual me permite en un
par de pasos hacer un trabajo pulcro. Para terminar es necesario cortar una
franja de al menos dos dedos de ancho para amarrar el pantalón (por supuesto hay
que doblarla hacia dentro y coserla pacientemente a lo largo). Podemos
conformarnos con el metro y medio de la tela o cortar dos franjas y unirlas por
la punta, a mi me gusta que las tiras alcancen hasta donde llegan mis brazos
cuando los estiro hacia el frente. Importante que esta tira quede sujeta al
pantalón a nivel del sacro, cosa que debe hacerse una vez que se decida el
largo del tiro. Cuando lo terminé hubo una especie de júbilo seguido por una
sesión de modelaje. Todos los bordes quemados con yesquero para evitar que la
tela se deshilachara. La proeza nos valió una invitación a quedarnos más tiempo
en la montaña con los gastos cubiertos pero ya el retorno era ineludible. La mujer
de nuestro amigo nos escribe diciendo que lo usan para trabajar en el campo lo
cual me gusta mucho casi tanto como el vino de mora, la montaña y saber que donde
haya manteles siempre puede haber pantalones.
Kalimba
Una lata de sardinas o atún.
Horquillas para el cabello. Lámina de madera. Dos tornillos delgados con tuerca.
Una trabilla metálica. Dos trozos pequeños de madera. Un clip. Serrucho o
segueta para dar forma a la tapa. Pinza para alambre. Lija o en su defecto una
lima. Pega blanca, pero mejor silicona. Una navaja. Amigos que faciliten el
acceso a salones de danza después de sesiones de entrenamiento. Familiares con
gusto por la acumulación de objetos viejos o en desuso.
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Kalimba de lata de sardina |
Lo que las hace más
encantadoras es una sonoridad semejante a una caja de música pero sin el orden
que impone ese pequeño rodillo astillado que va pulsando progresivamente las laminitas
que según el largo construyen una única melodía, mientras casi siempre un
bailarina imantada da vueltas y resbala primorosa por la superficie pulida de
un espejo. Esto en cambio se trata de imaginar melodías con los dedos y esa fascinación
hipnótica en la que casi siempre cae todo aquel que llega a tener una entre sus
manos. Sin embargo lo que me parece más entretenido de este tutorial no es realmente
el proceso de realización que consiste en una serie de pasos para ensamblar, sino
justamente el encanto de la recolección de materiales. Podemos por ejemplo empezar
por decidirnos a comer esas sardinas en lata que guardamos para cuando ya no
tengamos otra alternativa. Importante que nos fijemos en que la lata sea de
esas que traen adherida a su superficie un especie de pestaña que permite
levantar la tapa sin necesidad de auxiliarnos con el destapador porque
generalmente son esas las que suelen traer una especie de biselado interno
donde posteriormente podremos apoyar la tapa armónica. Sin duda alguna soy de
los que creen fielmente que el instrumento sonará mejor y será más especial si cada
quien cumple con el ritual de destapar su propia lata y comerse las sardinas.
Otra tarea pendiente es ir a la caza de los flejes. Yo por ejemplo, que tengo
la suerte de habitar salones de danza, puedo atestiguar que entre las cosas que
viven dejando tiradas por el suelo las bailarinas uno puede encontrar alguna
que otra prenda de ropa sudada, el corazón de los muchachos y miles de
horquillas para el pelo. Para la tapa armónica es suficiente con un pedazo de
madera delgada, aunque hay que tener por seguro que su sonido será más nítido o
dulce dependiendo del origen de la madera, porque si lo pensamos con calma que mejor
forma de reencarnar para alguien que en su vida anterior fue un pedazo de
puerta, repisa o anuncio de cigarrillos. Los tornillos si es necesario encontrarlos
parejos y no muy gruesos. Las maderitas del puente lijarlas con lo que se tenga
a mano, incluso una lima de uñas vieja basta. Para conseguir el clip revisa tus
bolsillos o el fondo de tu bolso de diario. La pieza estrella de toda la
construcción es esa trabilla de metal corrediza que traen las correas para
evitar que el sobrante se mantenga erecto, imagina que si la atravesamos con
los tornillos y la colocamos en medio de las maderitas previamente lijadas
servirá para hacer presión y sostener nuestros flejes hechos con la mitad lisa
de las horquillas. Es aconsejable buscar en el closet de tías y parientes
cercanos que siempre guardan correas viejas o bolsos rotos dignos de pasar a
formar parte de algo mejor. Listo, podemos ensamblar. Cortar la tapa armónica
hasta que entre y pueda posarse sobre el marco biselado de la lata. Abrirle un
agujero que permita salir el sonido. Más abajo abrir unos pequeños huecos donde
apenas calcen los tornillos, si entran enroscados mejor, se mantienen más
firmes. Fijar apenas las maderitas a ambos extremos de los tornillos. Como nota
importante hay que recordar rodear con el clip previamente estirado la maderita
que va delante en el puente para que haga las veces de cejilla porque si no se
ahogará el sonido de los flejes. Y finalmente poner los flejes e irlos
ajustando con la trabilla apretando suavemente los tornillos. Lo último que se
hace es pegar la tapa a la lata. Para afinar las notas sólo debes ir calculando
el largo de los flejes y ya después es entregarte ferozmente a la música de relajación. Se me ocurre que si se juntan los materiales indicados y se tocan las
notas apropiadas, lo que queda es esperar para que alguna de las bailarinas
regrese a dónde estás a buscar sus ganchitos para el cabello.
Rafael Nieves