lunes, 17 de abril de 2017

Antes que nos agarre la noche

Tengo la idea bastante bizarra de que entre mis funciones como persona está la de expandir el alcance de la noción de cuerpo. Colaborar de algún modo en la construcción constante sobre la que se constituyen las ideas que nos completan como individuos, como seres dotados de expresión. Lo escalofriante de esta idea radica en parte en identificar cuándo o a partir de qué me siento o comencé a sentirme urgido por dar mi opinión sobre lo que acontece en los cuerpos. En qué momento el ejercicio de la danza se deslizó desde el mero y muy auténtico disfrute por el acondicionamiento, estudio y construcción de discursos desde la danza, hacia esta suerte de compromiso total con la forma en que habitamos, que somos en el mundo.

Ila Nieves

Si es que podemos al menos acordar que para ser en el mundo, todavía, aun en este tiempo, es necesario ante todo primerísima y fundamentalmente, ser cuerpo. Incluso como espacio desde el cual se pueda constituir cualquier posibilidad metafísica.

El hecho es que ese compromiso, me hace inevitable el establecer constantemente vínculos entre lo que somos y nuestra muy probable capacidad expresiva. Más allá de los manuales de lenguaje corporal. Donde una posible síntesis nos colisione directamente y sin evasivas, sobre lo que hacemos en y desde nuestro cuerpo. Y en el cuerpo del otro. La danza desde esa perspectiva se transforma en una opción poderosa. Una opción de compromiso. Donde cada elaboración, donde cualquier tipo de experiencia se traduce simplemente en posibilidad de ser. Quizás a  esto es a lo que se le llama vivir en la danza, pero también podría ser fácilmente otra cosa más grande, más abarcadora.

archivo personal

Es desde esta conciencia donde muchas veces me pregunto cómo es posible que exista la opción de enajenación sobre el cuerpo del otro. En dos platos: la violencia física. El envilecimiento de los seres a través de la dominación del otro y el maltrato. Y de repente es como si la historia universal entera, estuviese escrita en torno al ejercicio del poder y la imposición de la fuerza, pero ya no de las ideas, ni de las comprensiones de mundo, sino estrictamente sobre los otros cuerpos. Algo que podría traducirse como cuerpos tratando de ser más aptos para ejercer el dominio de la historia por la fuerza. Y a través del dolor y del miedo construir una historia sobre cuerpos violentados, agredidos, mutilados. Montones de cuerpos, viviendo al descampado.

Si se piensa bien tenemos como civilización, digo, existen distintas estructuras para el desagravio de tipo legal, jurídico, intelectual, económico, social, psicológico, político, esotérico. Pero ¿dónde se reconcilian los cuerpos? Dónde cabe, esa cosa bizarra, esta locura que se me ocurrió de pensar la danza como espacio posible para la constitución de múltiples ideas de cuerpo. Dónde tendría que estar ese cuerpo adolorido, vejado, necesitado de un lugar para ser; y si esto del cuerpo como espacio del ser por excelencia es real, entonces cualquier agravio para ser exorcizado en nosotros como gentes, debe salir de nuestra piel, de los músculos y tendones, y huesos, y órganos, todos sensibles.

archivo personal

No me quedan respuestas, sólo tengo la danza pero creo que es necesario pensar juntos desde ya en esto. Buscar cómo sanar, antes que nos agarre la noche y a todos estos dolores se le sume el hambre, el frío y el cansancio de vivir al descampado.

Rafael Nieves



No hay comentarios:

Publicar un comentario