lunes, 25 de julio de 2016

Francamente

Francamente hermano, te fuiste muy pronto y sin despedirte. 
Tengo que decir que fue muy a tu estilo, que eso sí, siempre lo has tenido. Todavía sigo esperando que vuelvas por la ventana como el gato viejo y resabiado que eres. Porque a mí nadie me quita que sigues siendo, aunque haya visto tu cuerpo finado. Ninguna explicación sobre los seres y los entes me vale. Y como ves, sigo siendo el de siempre, un poco cobarde, sólo hasta ahora me he atrevido a escribirte.

Archivo personal
Te escribo para contarte que la vida ha sido buena y ha sido mala. Hemos dicho groserías y hemos amado. Nos reconocimos tanto en tu partida que, hasta hemos empezado a querernos en voz alta; incluso con los que no queremos tanto. Tus cosas siguen andando entre mis peroles y es una sorpresa cada vez que alguna salta y te recuerda. Tengo un montoncito de películas que querías que viera y nunca te hice caso; porque era parte de ser malcriado. No quise volver a tu casa, porque ya no era tuya sino de otros y he visto pacientemente como te homenajean y celebran.

Las chicas te extrañan y trabajan como locas. 

Te maravillas de cómo han crecido. No hacen más que pensarte cada vez que cogen un pincel o un exacto. Te hablamos libremente. La verdad yo lo hago sólo con los que quiero, porque no quiero gastarte con extraños. Las matas que me pediste siguen creciendo en mi sala. Pero ya voy a sembrarlas donde dijiste, junto a otras manos que también te aman.

Archivo personal
Mi casa sigue igual entre niñas, perros y loros. Las bandolas suenan, se habla de poemas y cada vez que se puede se recibe a los amigos. He vuelto a coser, cosa maravillosa, movido por el amor y la necesidad. En las paredes están tu caballo, tus robots y tus jaguares. Tengo un par de cosas escondidas que hicimos juntos e iré usando en las obras que tienen que venir. En el balcón esta la caja grandota donde puse el sombrero que le hiciste a Gato Viejo, ese solo que no he podido. Está viviendo entre los loros y las matas. Sobre todo la de limón, que diariamente me insulta con su tamaño; me pide que la siembre, que la deje ir. Que la lleve a donde dijimos, a llevar sol y a ser árbol, que fue para lo que germinó. Que fue lo que acordamos cuando ayudaste a conseguir esos espacios para talleres de diseño y necesitabas más cosas verdes, cosas vivas, cosas que crecieran y menos concreto.

Ni te imaginas el regalo que me dejaste en esos talleres. Pero eso mi querido, es otro tema, que acompañaremos con cerveza y los detalles que te encantan.

Archivo personal
Te pensamos mucho y es que es tan pronto; para mí sigue siendo repentino, porque cuando te fuiste dejó de contar el tiempo hacia delante. La Venus y el Diablo te piensan. La niña juega con los legos rosados que le diste. Las mujeres de diseño son como un acordeón de sentimientos (sólo tú podías con tantas mujeres juntas creando), con ellas danzo como suenen, pero eso sí, siempre me sonríen. También te piensan algunos estudiantes atrevidos que aún se me acercan y te nombran.

Te escribo para mí, tu sabes. 

Porque a ti no te hace falta tanto detalle. Te escribo para que abraces a mi otro hermano, al que no lloré lo suficiente y que ahora está contigo. Te escribo para ponernos juntos, como siempre, a construir otra locura. Esta vez soy yo el proyecto. Este año he escrito como loco, hago música diariamente, me reconcilie con la costura. Regresó Daniel y dice que te extraña. Tengo un curso de buenos estudiantes que me tienen mucha paciencia. Improvisamos mucho, mucho en Caracas Roja y nos queremos, la tribu sigue unida, es un grupo hermoso e intenso. Pero yo, aunque quiero, me he sentido reacio a danzar para la gente. Como si tuviera la danza atragantada en la garganta. Pareciera que estoy esperando que pase la sequía, que este año ha sido larga y dolorosa. La pieza que estábamos haciendo juntos, está lista desde siempre. Ya hice el vestuario, compuse un par de temas y tengo tu sombrero. Pero no he podido Rafa, me está costando mucho. Hasta le cambié el nombre.

Cuando arrancamos a hacer este cuento, era solamente un trabajo de tantos, uno de muchos, juntos. Pero hoy pienso en que será el último, que debo dejar que sigas y no quiero que pase. Francamente hermano te fuiste tan de pronto, que todavía te espero. He puesto unas taparitas con alpiste en la ventana, para que vengas si tienes hambre y decirte que te extraño. Te escribo también para decirme que si puedo, que así cobarde y todo, con la danza todo lo puedo.
Rafael Nieves
Archivo Personal

lunes, 18 de julio de 2016

Vamos a darnos un nombre

Poner nombres da placer. Es una de las etapas en los procesos de creación que despierta mayor interés y da más goce. Lamentablemente hoy día, el sentido común nos tiene atados a la necesidad de ser novedosos. Generar impacto, destacar. Pero, cuántos nombres llevan implícita de verdad la esencia de lo que llaman. Cuanta luz arrojan sobre las cosas que nombran. De cierta forma sombría, en este acto maravilloso se refleja una de las formas más mezquinas de ejercer el poder sobre lo otro. Dar nombre es un intento de generar sentido, aun donde no lo hay. Un intento de desnudar una verdad oculta por capas y capas de interpretación.
fotografía Jonathan Contreras

La danza me ha honrado con la posibilidad de nombrar. Acto Feroz, La Irónica Azul, Certidumbre, Esencia Mixta, Prototipos Individuales, Fecunda Zona, Equinoccio, El Verdadero Cuerpo de Celina, Lucía Dormida, Bajo los Árboles Gigantes, Misión Frontal, Laboratorio de Movimiento Espontáneo, La Casa Grande, Cátedra Libre de Movimiento Expresivo, Caracas Roja Laboratorio. Mis hijos, mis mascotas, hasta a mis instrumentos les puse nombre. En un esfuerzo de hacerlos más míos, de ejercer pertenencia y finalmente en un despliegue de poder. Porque no los puedo dejar andar por ahí, así, in-nombrados.

¿Y en las relaciones? Entre nosotros, cuando somos con alguien en la danza o en la vida, cuando te completas con uno o con varios ¿pareja, familia, grupo, colectivo, compañía, tribu?

Tú y yo por ejemplo, ¿Qué somos? ¿Cómo nos llamamos?

fotografía Jonathan Contreras
Durante ya bastante tiempo la danza, mi danza, 
ha tratado de darse un nombre. 

Soy de los que creen, que tiene mucho tiempo llamándose Contemporánea más por comodidad que por otra cosa. Sé que muchos se piensan en la periferia de ese calificativo. Nos pensamos diferente y agotamos el esfuerzo forcejeando con un nombre. Al parecer falta  tiempo para que nuevas formas encuentren nombres nuevos. O no. Quizá, esta incertidumbre, se concrete en una idea bastarda que pueda y quiera habitar el espacio del cuerpo con referentes propios. Con sus capacidades y necesidades de comunión de manera auténtica. Con el nombre que cada quién desee darse. Tal vez entonces, podamos dejar respirar la Danza Contemporánea con sus formas y acuerdos. Quizás, sea tiempo que al igual que el ballet, repose como una expresión que tuvo un momento, un tiempo. Que lo contemporáneo en danza, es un conjunto de formas que fueron necesarias para organizar los saberes del cuerpo en un tiempo y espacio determinado, pero que ahora nosotros podríamos darnos un nuevo nombre.
fotografía Jonathan Contreras

Así sencillo, una forma para que los otros nos llamen y en el que nos reconozcamos. Que no sea tan dulce como para que empalague, ni tan duro como para que espante. Lo importante es que nos lo demos nosotros. Que escapemos de esa otredad nominadora. Que evitemos la nada. Para existir sin que nos usen y desechen al antojo. Que además no nos ate ni esclavice a los depredadores, ni a los insepultos sempiternos. Eso sí, tendríamos que saber que una vez que lo tengamos, seremos clasificables. Entraremos en alguna categoría. Seremos un algo tan concreto que posiblemente quedemos estacionados en un tiempo. Seremos ubicables.

fotografía Jonathan Contreras

Pero ¿y si no? Si elegimos evadirnos. No de los otros que buscan ser en lo uno, como tú y yo. Sino de ser posibilidad anclada. Algo así como, no llamarnos nada. Igual seríamos referenciables, pero costaría un poco más sabernos. Conservaríamos quizá, un poco de lo que nos hizo encontrarnos y sentirnos auténticos. Podríamos dedicarnos a entendernos, más que a dominar. A completarnos. A fundirnos en el todo más que a delimitar. No llamarnos podría ser muy divertido, aunque nos deja en esa zona ininteligible sobre todo para burócratas y académicos extremos.

Pero aquí entre tú y yo, por hoy, no estaría demás hacer el ofrecimiento. A mí me gustaría proponernos que nos demos un nombre. Que nos haga uno con lo que somos, que nos sume. Que nos recuerde de dónde venimos, pero también lo que aspiramos. Que haga la danza posible en cada cuerpo, como una fiesta. Así, desvergonzados, porque si. Como quien lanza una idea al aire, pero sabe a quién se lo dice. Vamos a llamarnos como se llaman los amantes cuando pierden el control y dicen lo que no saben.

Y así desnudos, húmedos, entre cuatro rayos de sol, que la luz se resista a entrar de a poco en nuestras vidas.
Rafael Nieves


lunes, 11 de julio de 2016

Celebración

Miro tu cara y pienso, que la vida ha sido buena. Que la danza es noble y nos contiene. Que nos forma, nos da forma. Que hemos tenido tiempos buenos, tiempos malos, pero siempre tiempos de danza. Que la vida es tiempo que pasa. Y que definir todo esto por separado es mentirse o darle de comer a los malos espíritus que asechan con hambre. Que como todo lo que crece se transforma. Que en las peores circunstancias, esas que obedecen sobre todo a mi carácter, es decir incluso a pesar de mi, siempre hemos podido.
Siempre hemos sido auténticos.
fotografía: David Grajales

Hemos sido transformación y lo celebro, porque nos ha traído fortaleza para lo que ha de venir. Acepta estas palabras, dichas en nombre de los que se han alimentado de tus querencias y celebremos juntos, este nosotros de salones de danza y hogares.

Voy a permitirme primeramente, porque nos hablo, para ti y los amigos, elevar en mi mano una copa imaginaria para brindar por tus logros, que es como decir nuestros. Sin ánimo de robar protagonismo, sino como para no sentirnos solos. Este, tu premio imaginado, no es sólo por tu danza que es hermosa, sino que va también por la vida y el amor compartido.

fotografía: David Grajales

El tiempo nos ha regalado la posibilidad de construir distintas cosas. 

Una casa, una hija, la danza, gente nuestra, ideas, valoraciones y cosas. Algunas más tangibles que otras, pero todas reales. Los objetos tienen un valor de uso y uno de cambio dicen. Las personas no. Y las ideas, por otro lado, las maneras de relacionarnos con las gentes y los entes son otra cosa, porque se vuelven verdades, transforman nuestro entorno. Y aunque a veces nuestras verdades no coinciden, brindo por esa gran posibilidad en que te has convertido. Por cada opción que has tenido a bien elegir. Este jurado imaginario piensa que si la vida ha sido buena, y ya sabes que para mí, danza y vida son lo mismo, entonces la deliberación se hizo cuando llegaste. Igual ya sabes, no soy en absoluto un jurado imparcial.

Cuando se decidió por la vida que hemos hecho, nunca se pensó en la duración del recorrido, porque lo importante era danzarla. Y por eso este premio. Que debería tener más cuerpo, más sustancia. Pero es así, imaginario, de manera que podrás tú darle forma, tamaño y alcance. Estuve consultando mis archivos y sorpresivamente he descubierto que has tenido rol principal en casi todas las obras de un señor desconocido. Más que ninguna otra. Eso es mucho tiempo, mucha dedicación. Si se tuviese que pensar en algo coherente en sus obras, ejercicio estéril por demás, habría que pensar en ti.

fotografía: David Grajales
Ahora, lo que nos ocupa,

¿Cómo valuamos la vida, cómo la tazamos?

Algún distraído podría pensar que llevo mucho rato con el brazo levantado, con mi copa imaginaria. Pero este momento, en que decido qué agradecer, qué celebrar, sí, soy redundante: pienso en la danza, que es como decir vida. Será que hace falta que alguien nos llame y certifique. Algún panel calificado en premios imaginarios, con copas imaginarias. Si lo hay, a ver, ¿qué tiene adentro la copa? ¿Adónde se fue luego, cuando no lo vimos más?

Sin embargo, no creo que exista alguien más calificado para hacer este reconocimiento. Existen otros renglones, pero para esos si no sé.

No me siento apto.

fotografía: David Grajales
Miro tu cara y pienso que la vida ha sido buena. Contigo, conmigo, con los nuestros. Que ha sido una vida llena de danza y amor. A veces dura, a veces dulce. Que se ha transformado como todo lo que crece y que finalmente nos llevará a donde tenga que ir tanto esfuerzo. Por ahora me dedico a guardar silencio y a trabajar, a dejar que ocurra lo acontecible. Eso que puede pasar cuando se vive. Otra cosa es acabar, arrastrado por la corriente. Llevado por el rio, muerto en vida. Sin la esperanza de alguna orilla que nos contenga, nos cobije. Así sea por un tiempo imprevisible, insondable. Pero si llegara a pasar, si hallamos un remanso. Coloquemos un mantel, sirvamos la comida y así podré elevar de nuevo mi copa imaginaria. Como ahora, que es ayer. En este papel imaginario. Tiempo imaginario para mirar tu cara, serenamente. Para celebrarte y pensar que la vida ha sido buena, porque hemos sido, el tiempo que tuvo que ser.

Rafael Nieves

lunes, 4 de julio de 2016

Hago lo de siempre, comienzo por mí

Para definir la danza, es necesario preguntarse por ella y para hacerlo es vital reconocer que no la sabemos por completo. Eso puede ocasionar estados distintos, distintas emociones. Porque, cómo darnos plenos a la tarea de comprendernos en ella, si pretendemos ya saber lo que es, si la tratamos como una idea fija, como un fósil, como un objeto inmóvil.

fotografía Helen Rodín
Sin embargo, es imperio reconocer que existe al menos, una idea general de lo que es. Una idea que nos ha permitido llegar a múltiples acuerdos para su estudio y desarrollo. Pero esta definición no es más que una vaga idea, que contiene nociones como cuerpo, movilidad, expresión y esencia o discurso, entre muchas. 

Particularmente, esa dicotomía entre esencia y discurso se comprende recurriendo a una categorización que distinga entre los que la perciben como una herramienta y los que piensan que es definitivamente una forma de ser. Una manera de estar en el mundo. Pero todo esto, al igual que cualquier otro esfuerzo por definirla sin contexto, es absolutamente arbitrario.

El contexto podría ayudarnos. Y aunque no es suficiente como criterio para alcanzar una totalización, es un punto de partida interesante para iniciar un acercamiento. Un acercamiento a nuestra idea de danza. Contextualizarnos y jugar a saber de nosotros. Porque, ¿dónde se da la danza? Definitivamente en  nosotros, en los seres. Pero, y a nosotros ¿qué nos define?

Hago lo de siempre, comienzo por mí.

fotografía Helen Rodín
Para empezar, cabría decir que no me parece justo remitir mi danza a mi primer acercamiento al baile. A esa tarde-noche sudorosa y avergonzada en la sala de mis abuelos, siendo empujado hacia una prima, que aunque dos años menor, manejaba absolutamente mejor sus destrezas en salsa, tambor y vallenato. Ubicarme en ese espacio borroso y bochornoso para niños iniciados. Sujetar débilmente su cadera y su mano. Sobre todo eso, su cadera y mi mano. Lo siento, no puede ser ahí que empezó todo para mí. A los siete años, ayudado por una propina que luego en una suerte de alquimia se transmutó en unos soldaditos verdes de plástico y una latica de leche condensada. Soborno. Tampoco en la promesa de conseguir una novia, que a los catorce me tuvo yendo a casa de unas amigas todas las tardes de aquel agosto en el que me enseñaron merengue.

Entonces ¿Adónde me remonto?

fotografía Helen Rodín
Quizás al placer de correr y caer en los patios de recreo. Al juego de las escondidas, policías y ladrones, tonga. A las peleas o a los toqueteos ocultos, donde se aprende cuan fuerte o cuan sutil podemos tocar. A la teta escasa de los años 70, cautivados por el tetero de formula. A los perros que sobé y a los gatos de mi abuelo. A las tardes en el monte o el río en Yaracuy. A la gallina que mi abuela me hizo despescuezar. Las tardecitas de pelotica de goma y matiné en Caricuao. Lanzarse al suelo del apartamento cuando había plomo en el 23. El abrazo de tetas mullidas de mi abuela y su café con leche, con pan de acemita. La barba áspera de mi abuelo y mi papá mientras se permitió abrazarme. El entrenamiento de liceo militar en el Gran Mariscal de Ayacucho (y de nuevo bailar gaita obligado para conseguir novia). Los encuentros en las muchas habitaciones de los muchos hoteles de las varias ciudades de la vida. Amantes, novias, esposas. Mi hijos desnudos sobre mi pecho desnudo, su piecitos y manos tan suaves. El mar de afuera y el de adentro. El miedo y el amor en el pecho. Los dolores de cabeza, muela y estómago. La escasísima destreza con los balones. Las fracturas de muñeca, tobillo y dedos por querer ser de goma.

La vida me trajo hasta aquí y me puso a reincidir en la pregunta ¿Qué es la danza? Y no me deja más alternativa que verme. No sé otra forma de acercamiento que mí mismo. Lo demás desluce como posibilidad. Tengo que pensarme y observar. Aceptar que todo acuerdo previo debe ser renegociado. Que con cada uno de los iniciados nacen nuevos acercamientos. Que no somos únicos y si lo somos. Que aunque acepto una definición general, común, la acepto como transitoria. Me comprometo a tensarla al extremo. Me hago espacio como quien abre los codos en medio de una multitud apiñada. Reclamando espacio vital. Como apartando los muebles para bailar un merengue, saltar entre ellos o hacer el amor en el piso.

fotografía Helen Rodín

Voy a pensar una forma que se enrede entre otras. Que trate de decir algo sin completarse. Voy a dejar la puerta abierta para que entres. Voy a tener esa idea, que no es mía pero no importa porque ya la dije. Voy a tratar de saber que es la danza sin saber. Para que los amigos que vengan se sientan cómodos y queridos. Porque yo soy yo y no lo soy, porque falta un poco que vamos a ir construyendo con danza, pero sólo si quieren. Aunque no tengamos la menor idea de cuándo, cómo, ni donde lo haremos.
Rafael Nieves