Me parece que no estamos
como para esto, pero igual me voy a lanzar.
1. El transporte público
tiene múltiples posibilidades, pero las camioneticas que nos llevan y traen por
la avenida Francisco de Miranda o por la Urdaneta o por la Libertador o por
cuanto procer de la patria se nos ocurra parecieran tener en común un compendio
total de esas posibilidades. Las hay con cortinas, con forros de asiento, con
felpudo y zapaticos de bebé colgados del retrovisor. También he visto las que
alardean del mejor sound system, luces led incluídas. A las que se les abren las
ventanas y las que no, las que abren la puerta de atrás y las que no, las que eternamente
huelen a gasoil y las que no, con colecciones enteras de aromatizadores
inservibles colgando de los espejos e incluso con porta vasos y bandejitas de
plástico donde organizar los billetes. Están esas que tienen pantallas que
nunca prenden e incluso aquellas destartaladas por fuera pero equipadas con
sistema de cámaras de vigilancia por dentro. Siempre con carteles que indican
el costo del pasaje, casi siempre improvisado. Y por supuesto están las
calcomanías, muchas, y con todo tipo de mensajes. Algunos, incluso
contradictorios.
Siempre me he preguntado cómo
es que sin importar el carácter o la actitud del conductor y el recolector la
mayoría de nuestras camioneticas poseen una carga muy pronunciada de mensajes
religiosos. Eso sí, conviviendo impunemente con calcomanías atrevidas. Porque
por supuesto, cómo es que siendo un tipo rudo que conduce una Encava a todo
trapo de municipio a municipio; dueño y señor de las avenidas de Caracas
(tengan nombre de procer o no), va a andar por el mundo sin lo que podría ser
una versión reducida y pegostosa de nuestros tan bien habitados almanaques de
taller mecánico. Dime tú, ¿Cómo se rueda así?
Pero insisto, lo que me
conmueve en sí es el amancebamiento de San Miguel Arcángel con la antepenúltima chica Polar. Y ojo no es que me moleste la chica Polar, ni mucho menos San
Miguel, es sólo que estando apretado como va uno, con un calor abrazante que jamás
sospechó cuando decidió ponerse el paltó en la mañana, sin tener otra opción
que mirar hacia el frente, se comienzan a establecer relaciones perniciosas,
como por ejemplo preguntarse por qué justamente dentro de la camionetica, al
lado de nuestra tan bien dotada trigésimo novena chica Polar va San Miguel
Arcángel, mientras que detrás de la ventana posterior y por el lado de afuera
dejan siempre al Santo Niño de Atoche.
Y es que si uno se detiene
por un momento en la figura de San Miguel, que demás está decir, se encuentra estampado
con tinta blanca en cada uno de los salientes que cuelgan de esa especie de
cenefa azul sucio que cuelga de las ventanas, si uno se fija bien, la verdad no
tiene tantos méritos como se espera para ir al lado de la chica del almanaque.
Ya sea la trigésimo novena o la quinta que por cierto debe andar rondando los
sesenta años y no debe usar ya un traje de baño tan pequeño.
2. Decía que detenerse en la
imagen de San Miguel no es tan sencillo como se quisiera. Más allá del hilo
dental y las gotas de sudor rodando por los glúteos de la modelo. Porque sucede
que ya estamos habituados. No es la iconografía alusiva al sexo la que
discretamente se va colando en nuestra mente, como esa cosa que llamaban
propaganda subliminal. Ya no, el almanaque/calcomanía es de al menos dos veces
el tamaño del ángel. Lo subliminal aquí es el mensaje religioso. Como si
operara una oscura forma de conversión donde sin saberlo, ahí apretujado,
empaquetado como mercancía, alguna forma de inteligencia omnisciente estuviera
aprovechando tus ganas de beberte la cerveza con la rubia del cuadrito, para
hacerte recaer en la fe. Sea lo que sea que signifique esa peligrosa palabra.
Lamentablemente yo no soy de
los que se dejan tan fácil y tercamente saco la cuenta del año del calendario y
me pregunto cuántos hijos tendrá ya a esta altura la chica del afiche. Claro
que también tengo mis argumentos. Y es que es demasiado sospechoso que justo a
esa hora de la mañana se te aparezca un ángel tratando de pinchar a un pobre
diablo al que le tiene montada una pata encima. Pero es que no resiste un
análisis.
A ver, primero que nada,
como ya dije antes el amigo con alas no reúne físicamente las condiciones
atribuibles a algún ser capaz de dominar de forma tan eficiente a semejante
bellaco como el que tiene pisado. Entonces uno intuye que detrás de todo hay
algo más. Que nada puede ser tan simple como la pura aplicación de la fuerza
bruta. Y entonces me pasa algo malo. Me acuerdo de Milán Kundera y El libro de la risa y el olvido, y tengo
la necesidad urgente de acercarme al estampado de la cortinita sucia y permitirme
comprobar si el diablo aun está riendo. Y ¡zas! se va todo al carajo. Porque o
se está desconchando el estampado o el diablito desgraciado y musculoso se está
dejando joder a propósito solo para soltar en nuestra propia cara, una
carcajada descomunal. Fuerte, contagiosa. Y entonces también se me ríe Kundera
en la cara, desde cuando le leí el libro y pensé que toda esa vaina de policía
de pensamiento, de vecinos cooperantes y cosas que no pueden decirse había
pasado en su cabeza, o nosotros las habíamos superado en los sesenta, o sólo le
pasaban a los eslavos y a las repúblicas del este (y a los cubanos claro está).
Total es que la risa
poderosa, incontenible y contagiosa del diablo, trata de ser imitada por los
ángeles cuyo mandato es siempre ser mejores y ser bellos y ser buenos y plenos
de sentido. Pero es tan correcta, que es una pobre risa. Una risa que lo que da
es risa, dice Milán.
3. El tiempo en la
camionetica se detiene o lo que es igual avanza cíclicamente. Yo por ejemplo
siempre he tenido la fantasía de que circulan por la ciudad sin punto
específico de retorno, sólo avanzan y avanzan hasta llegar al mismo punto. Si por
ejemplo, tomáramos a nuestro diablo como referencia, podríamos pensar que estar
ahí enlatado, con el calor y los cuerpos sin espacio, el aire enrarecido de
tantos alientos juntos, la conclusión sería: -Nada mi pana, esto es un
infierno. La única cosa es que no estaría Virgilio para guiarnos, porque además
no hay donde ir. Es el infierno desplazándose con todo y diablo y chica polar y
ángel con sandalias. Y nosotros por supuesto. En todo caso nuestro guía tendría
que ser Milán. Y estaría bueno escucharlo mentando madre en checo, que es lo
que uno hace cuando sabe que atravesaron una tarima en la Libertador y no hay
paso hacía la Urdaneta. Pero mejor no seguir con este argumento porque como
sabemos Kundera sigue vivo y Virgilio tuvo que morirse primero antes de
aparecer en la Divina Comedia.
Lo que sí puedo rescatar es
otro fragmento de El libro de la risa y
el olvido, sobre todo como para justificar el análisis siguiente. Dado
ciertas circunstancias en torno a las maravillas de la política y su relación
con la gente que piensa distinto, nuestro autor narra en tono autobiográfico
cómo para poder sobrevivir se vio en la necesidad de escribir horóscopos con un
seudónimo. Horóscopos para comunistas en una revista juvenil. A nosotros
ninguna reflexión en torno a esto nos tendría que afectar, sobre todo por ser
una nación con libertad de culto, sincrética y postmoderna. Y socialista.
Bueno lo importante aquí es
que para poder comer a partir de lo que generaba su intelecto, tuvo que ponerlo
al servicio de la astrología. De manera que a mí se me ocurrió de pronto, en
medio del frenesí estático y del sopor de nuestra concentración dentro de la
concentración, echarle las cartas a la imagen estampada en la cortinita sucia.
Y la verdad fue sorprendente descubrir lo mal enfocado que había estado mi
pensamiento con respecto a dicha imagen. Agradecí profundamente que la devoción
de mi abuela María estuviera más cerca del Sagrado Corazón, que de este señor
que tenía al frente. Para empezar la única figura alada que trae el mazo de Marsella
aparte del angelito cachetón que se asoma de entre las nubes en la carta de El
Juicio, tocando su trompeta, es La Templanza. Y casualmente esta figura
básicamente asexuada (aunque muchos la dan por una mujer con alas, lo cual no
hace diferencia en el sentido de que la duda cabe) sostiene entre sus manos dos
jarros de los cuales mana un líquido de uno al otro y representa justo eso, la
concordia, el entendimiento, para nada la matazón que tenía yo al frente. Ahora
el diablo que si tiene pezuñas y cachos y senos y también pene, es una
maravilla porque representa básicamente al poder del cuerpo. El cuerpo dándose
a sí mismo el mundo, lo cual obviamente es un peligro para cualquiera que lleve
en una mano la espadota que tiene nuestro ángel "bueno y bello y pleno de
sentido", en chancletas. Super hippie. Sobre todo si tomamos en cuenta que
la espada en el mismo mazo de Marsella representa a la razón, a la cordura, el intelecto.
Vaya, vaya, lo que se
encuentra uno en estas camioneticas tratando de entrar en el cerebro de uno.
Nada más ni nada menos que a un ser que en apariencia trae concordia y
entendimiento, blandiendo la razón para pisotear al cuerpo. Gua, ni Barthes.
Menos mal que pude bajarme ya llegando a la Andrés Bello, que por lo menos era
un pensador y un procer civil. Lástima que también tuvo que irse para Chile.
Rafael Nieves