lunes, 20 de noviembre de 2017

De la Francisco de Miranda a la Urdaneta


Me parece que no estamos como para esto, pero igual me voy a lanzar.

1. El transporte público tiene múltiples posibilidades, pero las camioneticas que nos llevan y traen por la avenida Francisco de Miranda o por la Urdaneta o por la Libertador o por cuanto procer de la patria se nos ocurra parecieran tener en común un compendio total de esas posibilidades. Las hay con cortinas, con forros de asiento, con felpudo y zapaticos de bebé colgados del retrovisor. También he visto las que alardean del mejor sound system, luces led incluídas. A las que se les abren las ventanas y las que no, las que abren la puerta de atrás y las que no, las que eternamente huelen a gasoil y las que no, con colecciones enteras de aromatizadores inservibles colgando de los espejos e incluso con porta vasos y bandejitas de plástico donde organizar los billetes. Están esas que tienen pantallas que nunca prenden e incluso aquellas destartaladas por fuera pero equipadas con sistema de cámaras de vigilancia por dentro. Siempre con carteles que indican el costo del pasaje, casi siempre improvisado. Y por supuesto están las calcomanías, muchas, y con todo tipo de mensajes. Algunos, incluso contradictorios.

Siempre me he preguntado cómo es que sin importar el carácter o la actitud del conductor y el recolector la mayoría de nuestras camioneticas poseen una carga muy pronunciada de mensajes religiosos. Eso sí, conviviendo impunemente con calcomanías atrevidas. Porque por supuesto, cómo es que siendo un tipo rudo que conduce una Encava a todo trapo de municipio a municipio; dueño y señor de las avenidas de Caracas (tengan nombre de procer o no), va a andar por el mundo sin lo que podría ser una versión reducida y pegostosa de nuestros tan bien habitados almanaques de taller mecánico. Dime tú, ¿Cómo se rueda así?

Pero insisto, lo que me conmueve en sí es el amancebamiento de San Miguel Arcángel con la antepenúltima chica Polar. Y ojo no es que me moleste la chica Polar, ni mucho menos San Miguel, es sólo que estando apretado como va uno, con un calor abrazante que jamás sospechó cuando decidió ponerse el paltó en la mañana, sin tener otra opción que mirar hacia el frente, se comienzan a establecer relaciones perniciosas, como por ejemplo preguntarse por qué justamente dentro de la camionetica, al lado de nuestra tan bien dotada trigésimo novena chica Polar va San Miguel Arcángel, mientras que detrás de la ventana posterior y por el lado de afuera dejan siempre al Santo Niño de Atoche.

Y es que si uno se detiene por un momento en la figura de San Miguel, que demás está decir, se encuentra estampado con tinta blanca en cada uno de los salientes que cuelgan de esa especie de cenefa azul sucio que cuelga de las ventanas, si uno se fija bien, la verdad no tiene tantos méritos como se espera para ir al lado de la chica del almanaque. Ya sea la trigésimo novena o la quinta que por cierto debe andar rondando los sesenta años y no debe usar ya un traje de baño tan pequeño.

2. Decía que detenerse en la imagen de San Miguel no es tan sencillo como se quisiera. Más allá del hilo dental y las gotas de sudor rodando por los glúteos de la modelo. Porque sucede que ya estamos habituados. No es la iconografía alusiva al sexo la que discretamente se va colando en nuestra mente, como esa cosa que llamaban propaganda subliminal. Ya no, el almanaque/calcomanía es de al menos dos veces el tamaño del ángel. Lo subliminal aquí es el mensaje religioso. Como si operara una oscura forma de conversión donde sin saberlo, ahí apretujado, empaquetado como mercancía, alguna forma de inteligencia omnisciente estuviera aprovechando tus ganas de beberte la cerveza con la rubia del cuadrito, para hacerte recaer en la fe. Sea lo que sea que signifique esa peligrosa palabra.

Lamentablemente yo no soy de los que se dejan tan fácil y tercamente saco la cuenta del año del calendario y me pregunto cuántos hijos tendrá ya a esta altura la chica del afiche. Claro que también tengo mis argumentos. Y es que es demasiado sospechoso que justo a esa hora de la mañana se te aparezca un ángel tratando de pinchar a un pobre diablo al que le tiene montada una pata encima. Pero es que no resiste un análisis.

A ver, primero que nada, como ya dije antes el amigo con alas no reúne físicamente las condiciones atribuibles a algún ser capaz de dominar de forma tan eficiente a semejante bellaco como el que tiene pisado. Entonces uno intuye que detrás de todo hay algo más. Que nada puede ser tan simple como la pura aplicación de la fuerza bruta. Y entonces me pasa algo malo. Me acuerdo de Milán Kundera y El libro de la risa y el olvido, y tengo la necesidad urgente de acercarme al estampado de la cortinita sucia y permitirme comprobar si el diablo aun está riendo. Y ¡zas! se va todo al carajo. Porque o se está desconchando el estampado o el diablito desgraciado y musculoso se está dejando joder a propósito solo para soltar en nuestra propia cara, una carcajada descomunal. Fuerte, contagiosa. Y entonces también se me ríe Kundera en la cara, desde cuando le leí el libro y pensé que toda esa vaina de policía de pensamiento, de vecinos cooperantes y cosas que no pueden decirse había pasado en su cabeza, o nosotros las habíamos superado en los sesenta, o sólo le pasaban a los eslavos y a las repúblicas del este (y a los cubanos claro está).

Total es que la risa poderosa, incontenible y contagiosa del diablo, trata de ser imitada por los ángeles cuyo mandato es siempre ser mejores y ser bellos y ser buenos y plenos de sentido. Pero es tan correcta, que es una pobre risa. Una risa que lo que da es risa, dice Milán.

3. El tiempo en la camionetica se detiene o lo que es igual avanza cíclicamente. Yo por ejemplo siempre he tenido la fantasía de que circulan por la ciudad sin punto específico de retorno, sólo avanzan y avanzan hasta llegar al mismo punto. Si por ejemplo, tomáramos a nuestro diablo como referencia, podríamos pensar que estar ahí enlatado, con el calor y los cuerpos sin espacio, el aire enrarecido de tantos alientos juntos, la conclusión sería: -Nada mi pana, esto es un infierno. La única cosa es que no estaría Virgilio para guiarnos, porque además no hay donde ir. Es el infierno desplazándose con todo y diablo y chica polar y ángel con sandalias. Y nosotros por supuesto. En todo caso nuestro guía tendría que ser Milán. Y estaría bueno escucharlo mentando madre en checo, que es lo que uno hace cuando sabe que atravesaron una tarima en la Libertador y no hay paso hacía la Urdaneta. Pero mejor no seguir con este argumento porque como sabemos Kundera sigue vivo y Virgilio tuvo que morirse primero antes de aparecer en la Divina Comedia.

Lo que sí puedo rescatar es otro fragmento de El libro de la risa y el olvido, sobre todo como para justificar el análisis siguiente. Dado ciertas circunstancias en torno a las maravillas de la política y su relación con la gente que piensa distinto, nuestro autor narra en tono autobiográfico cómo para poder sobrevivir se vio en la necesidad de escribir horóscopos con un seudónimo. Horóscopos para comunistas en una revista juvenil. A nosotros ninguna reflexión en torno a esto nos tendría que afectar, sobre todo por ser una nación con libertad de culto, sincrética y postmoderna. Y socialista.

Bueno lo importante aquí es que para poder comer a partir de lo que generaba su intelecto, tuvo que ponerlo al servicio de la astrología. De manera que a mí se me ocurrió de pronto, en medio del frenesí estático y del sopor de nuestra concentración dentro de la concentración, echarle las cartas a la imagen estampada en la cortinita sucia. Y la verdad fue sorprendente descubrir lo mal enfocado que había estado mi pensamiento con respecto a dicha imagen. Agradecí profundamente que la devoción de mi abuela María estuviera más cerca del Sagrado Corazón, que de este señor que tenía al frente. Para empezar la única figura alada que trae el mazo de Marsella aparte del angelito cachetón que se asoma de entre las nubes en la carta de El Juicio, tocando su trompeta, es La Templanza. Y casualmente esta figura básicamente asexuada (aunque muchos la dan por una mujer con alas, lo cual no hace diferencia en el sentido de que la duda cabe) sostiene entre sus manos dos jarros de los cuales mana un líquido de uno al otro y representa justo eso, la concordia, el entendimiento, para nada la matazón que tenía yo al frente. Ahora el diablo que si tiene pezuñas y cachos y senos y también pene, es una maravilla porque representa básicamente al poder del cuerpo. El cuerpo dándose a sí mismo el mundo, lo cual obviamente es un peligro para cualquiera que lleve en una mano la espadota que tiene nuestro ángel "bueno y bello y pleno de sentido", en chancletas. Super hippie. Sobre todo si tomamos en cuenta que la espada en el mismo mazo de Marsella representa a la razón, a la cordura, el intelecto.

Vaya, vaya, lo que se encuentra uno en estas camioneticas tratando de entrar en el cerebro de uno. Nada más ni nada menos que a un ser que en apariencia trae concordia y entendimiento, blandiendo la razón para pisotear al cuerpo. Gua, ni Barthes. Menos mal que pude bajarme ya llegando a la Andrés Bello, que por lo menos era un pensador y un procer civil. Lástima que también tuvo que irse para Chile.

Rafael Nieves

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