lunes, 6 de noviembre de 2017

En la orilla / Sin zapatos


De la danza contemporánea te puedo hablar. La cosa es que como hace parte de mis posibles, los límites entre realidad e interpretación en ese espacio de privilegio se hunden casi tan despacio como cuando estás a la orilla del mar, con el agua salada horadando la arena bajo tus pies. Tan lento y sutil como placentero. De manera que por más que llegara a notarlo, a nadie más le podría importar. Nadie ni remotamente podría creer en la posibilidad de que estando parado ahí en la orilla, llegaría en algún momento a sumergirme por completo bajo la arena.

El hecho es que como posibilidad, estos límites se constituyen más desde esfuerzos de comprensión realizados en otros espacios de análisis, que desde esa sensación de plantas hundidas en arena desplazada por agua de mar. Es posible por supuesto alguna crítica sincera hacia esta postura. Teniendo los pies secos y enzapatados. También se hace comprensible cierta actitud enérgicamente escéptica al respecto. Aunque obviamente no me interese este tipo de conductas, que suelen por lo general referir a incapacidades ajenas. Pero como pasa el tiempo, y tarda tanto en subir la marea, y hay quién no tolera tanto sol, he pensado que es bueno que conversemos.

Podría comenzar por ejemplo tratando de explicar que la danza contemporánea es una tradición. Pero existen tantas nociones en torno a lo que es un bailarín de danza contemporánea, que realmente podría terminar oscureciendo todo más que aclarando. Tantas hay, como creadores e iniciados. De hecho hay quienes nos clasifican de acuerdo al tipo de obra que realizamos o al entrenamiento con el que nos ejercitamos, incluso nos organizan en torno a nomenclaturas imaginarias que se nos ocurren cuando generamos algún proceso creativo. Danza-joropo, danza-circo, danza-de-calle, danza-poesía, danza-de-bares-y-cuentos-de-Kundera, danza-sin-colonizados y así, algunas aberraciones nominales más. Efectivamente clasificarnos debería ser también un oficio. Aunque existen claro está, algunas prácticas y hábitos comunes, los cuales no deseo enumerar en este momento para no acabar aburriendo. Y por supuesto, una forma ideal de identificación es el reconocimiento mutuo, que generalmente se da durante la práctica. Pero ese es más difícil de ejercitar, sobre todo si no posees esa extraña costumbre de ver un poco de danza contemporánea. Y es que de la misma forma que ocurre con otras membresías, entre nosotros, comúnmente, solemos reconocernos más allá de nuestros gustos. Otra cosa es que casi siempre podemos identificar una línea de ascendencia/descendencia que nos emparenta con otros practicantes cercanos o lejanos, tanto en tiempo como en espacio. Tenemos nuestras modas, y toda una variedad de estilos que se reconocen o se repelen entre sí. Y nuestros santos y maestros. Lugares apropiados para oficiar nuestros encuentros e incluso en muchos casos, la capacidad de transformar espacios pensados para un uso diferente en lugares para que ocurra la danza. Para terminar, es de resaltar que nuestras costumbres se transmiten de forma oral y la convivencia es fundamental.

Posee la danza contemporánea una forma particular de entender el cuerpo. Existe en ella, una confluencia de saberes inherente a la cualidad misma de lo contemporáneo en danza. Esto se encuentra unido estrechamente a la adquisición de información proveniente de múltiples formas de saber desde el cuerpo. Lo cual propicia que los procesos de exploración asociados con la creación, tiendan a ser espacios para la conjugación de dichos saberes, de manera que cada obra puede llegar a ofrecer una visión particular de lo corporal en función de lo planteado en cada proceso. Dentro de estas formas lo considerado como netamente de danza contemporánea termina siendo asociado a otras maneras de entender el cuerpo, y se sigue combinando y curtiendo con el paso del tiempo a través de la experiencia de la creación.

Las obras no siempre tienen la misma forma. Esto obedece a esa posibilidad múltiple de cómo se generan los procesos de creación. No está predeterminada la manera en que se construye una obra de danza contemporánea. En su mayoría los creadores (término asociado en principio a los coreógrafos, pero cada vez más extendido al resto de los practicantes) proponen una metodología inicial que se va perfeccionando con el paso del tiempo. Esto es a su vez causa y efecto de que lo contemporáneo en danza vaya asociado a la multiplicidad de formas en que se generan los procesos y las obras en sí mismas.

Con respecto a qué dicen las obras, si es más difícil. Primero tendríamos que saber ¿Dónde reside la obra? En algunos casos, es una combinación compleja de signos que apuntan a los intereses del creador o los creadores. Muchas veces son la música, el espacio físico y el vestuario los que terminan definiendo el discurso. Pero para otros es justamente el cuerpo y su propia expresión la razón de ser de la danza contemporánea. La posibilidad del cuerpo transmitiendo sus posibilidades. Comunicándose en niveles que tratan de huir a la construcción de discursos que sólo terminan por envilecer su capacidad pura de comunión con el otro y con lo otro. Un sentido poco aprehensible desde la comprensión racional. Elaborando sus propias ceremonias, sus propios rituales. Tratando de escapar de la prisión del entendimiento. Liberándose constantemente de la normalización utilitaria. Cuerpo queriendo ser sensación antes que comprensión. Fuente propia de saber. Misterio, conocimiento en tránsito. Nada agarrable, ni comprensible, ni explicable. Sólo perceptible, disfrutable. Por eso, si de verdad quieres saber que es la danza contemporánea, y ya que estamos conversando, permíteme que te aconseje que te quites los zapatos. Así, como si estuvieras en la orilla y sintieras que la arena puede llegar a devorarte. Sin importar cuánto se tarde.
Rafael Nieves

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