Ante todo, gracias. Al final
del pasillo queda una última escalera. El ascensor del cuarto piso te deja
cerca. Cuando llegues, camina hacia tu mano izquierda. Después sigues hasta el
fondo y te la vas a encontrar a mano derecha. Las escaleras siempre se sienten
oscuras por la luz de día que da tan plenamente en el pasillo, así que no te
asustes. Tienes que subir dos pisos. En cada uno vas a encontrar un rellano con
dos apartamentos de puertas que dan una frente a la otra. Estando ahí te vas a
sentir de verdad como en el estómago del bicho, pero tú tranquilo que sabes que
estás cubierto. Tú, sube. Tampoco le pares mucho al olor a basura del bajante.
La cosa es en el piso seis. Vas a reconocer la puerta porque la madera está
botando una pintura verde agua que le pusieron quién sabe cuándo. Tienes que
tocar con los nudillos. No tan fuerte porque a veces está ocupada y necesita
recomponerse para atender a otra gente. La puerta tiene un ojo mágico bajito. A
veces se asoma y no abre, así que ten paciencia. Y no te preocupes porque ella
nunca sale, es como si le hubieran puesto una orilla de sal en la puerta. Después que te abra le echas el cuento que te dije. Normal que estés nervioso, así que
no le des mucha importancia al sudor y esas cosas que lo delatan a uno. Eso sí,
cuando ya estés adentro no te vayas a poner a hablar de más. Tú tranquilo. Cuando
está libre la cosa empieza en la cocina, te sirve un guayoyo y te pregunta quién
te mandó. No te asustes que no es ninguna prueba. Son ganas normales de
averiguar la vida ajena. De hecho apenas le digas quien te manda, te va a
preguntar por mí. Tú dile cualquier cosa, pero no le des muchos detalles. Ahora, si todavía tiene gente en el cuarto que es donde ella atiende, te va hacer
sentarte en la sala. En un sofá lleno de cojines desde donde se ve el cielo por
entre el balcón y las matas. Entonces ahí es que vas a aprovechar. Cuando te
deje solo. Porque a tu mano izquierda, en un rincón que está casi detrás de la
puerta, vas a ver una madera grande recostada en horizontal. Detrás de ella,
escondida, hay una especie de maqueta hecha con peroles. Con juguetes de plástico,
y carritos de hierro, y una sangre, y unos muñequitos acostados. Como la representación
de un choque grande. Con muertos y todo. Por favor trata de ver bien el color
de los carros. Y cuantas figuritas acostadas hay en el choque. Además fíjate, si
hay una mujer catira. Después te sientas, y listo. Cuando salga le puedes decir
que te arrepentiste; que estando ahí lo pensaste mejor y no vas a mandar a hacer
ningún trabajo; o que lo que quieres es que te haga una consulta. Si no, le
dices que te sentiste mal, entonces le pides que te abra, y te desapareces. Puede
que se moleste, pero qué te va a estar importando eso. Sobre todo si te cruzas
como te dije y no le dices tu nombre completo.
Rafael Nieves
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