Me mordió un perro. Sí, así
como se lee. Nada de conjeturas ni interpretaciones. Un perro me mordió. Sin
embargo una amiga muy querida que iba pasando en el carro de su novio, pudo
verme minutos antes de que ocurriera. Al parecer pasaron cerca de mí aunque no
tanto. Lo suficiente para que momentos después se enterase de mi desafortunado
final de tardecita de domingo lluvioso, y pensase con insistencia que todo hubiese
sido diferente si me hubiera saludado. Imagino que con esto podría
referirse a pedirle a su novio que tocase la corneta del carro. O tal vez a
asomar la cabeza por fuera de la ventanilla para gritar mi nombre. Aunque
siempre es posible que dependiendo de mi nivel de introspección, hubiese
bastado con un silbido suave que me trajese de vuelta a esta realidad de
semáforos inútiles, aceras sucias y perros que muerden. Sin embargo, por muy
improbable que parezca a cualquiera de mis conocidos alguna de estas opciones,
además de poco realista cuando se trata de mi capacidad de aislamiento social,
me ha dado por pensar en otras posibilidades. Algunas mucho más sencillas, como
por ejemplo esa de dar por sentado que cualquiera que pasee su perro por la
calle debería ser responsable de los niveles de agresividad de su mascota. Digo
algo simple como ponerle un bozal, sobre todo si se trata de un lindo y muy
fino Bull Terrier. Pero qué hay de otras posibilidades no tan sencillas. Alguna
que por ejemplo suponga no poner la culpa en el agredido, aunque sepamos que
algo como eso amerite hacernos responsables de situaciones no tan placenteras. No
se puede ser tan sinvergüenza como para andar queriendo convencer a los demás,
de que andan por el mundo propiciando la furia canina o detonando la venganza
del universo, de la cual los dientes de perro serían una especie de brazo
ejecutor de la justicia divina, especialmente en contra de los que se visten de
color oscuro. Y si hablamos de posibilidades, que tal que en nuestra ciudad o
en algún otro lugar del país hubiese algún lugar serio donde quejarse por una
agresión cualquiera. Que pasaría por ejemplo si en el sitio adonde acudimos
para que nos atiendan después de algún accidente de este tipo nos trataran con
amabilidad y hubiese la medicación necesaria. Y que como es un derecho, estuviese
garantizada la atención legal. Imaginemos que responsabilidad, seguridad y
salud hicieran parte de la razón de estado. Y que ese estado velara por el
bienestar de todos y no sólo por el de él mismo. Incluso por el de los que tienen perros que
muerden. Claro que esto ya entra en el plano de las especulaciones y es un
deber fundamental atenerse a los hechos. Tratar de no exagerar, ni caer en conjeturas e
interpretaciones. Yo por ejemplo, cada vez que me preguntan sonrío e intento
describir con exactitud esa tardecita de domingo lluvioso: -Me mordió un perro.
Rafael Nieves
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