Para Sonia y Graciela
Tendría que elegirme, para
poder decir lo que soy. Y estoy seguro que en ese momento ya no sería más ese,
sino algún otro marcado por esta decisión. Si aquel distante yo actual, tuviese
que responder la misma pregunta de seguro la respuesta sería distinta y eso es
comprensible. Porque estoy hecho para cambiar.
Yo no soy aún.
fotografía Sergio Pérez |
Si no somos aun, tenemos por
delante un maravilloso camino de dudas, de pasos que dar, de caminos por
recorrer. No ser aún es reconocernos en el misterio. Es ser posibilidad no
leída, no contada. Es vivir en estado de asombro, eligiendo. Ante cada cosa,
cada momento. Re-definirnos en el hacer. Danzar lo que seremos.
Si no somos aún, significa que
podemos ser. Y esa distancia entre hoy y lo que nos queda es posibilidad
abierta, infinita. No de darse por sentado o imponerse. Es exponerse y
contarse, relatarse con cada decisión. Es ser una ofrenda, una danza.
Entregarse a la montaña. Y al igual que la danza, que acontece, nosotros
ocurrimos y es hermoso. Ser finitos además, nos permite asumirnos como
totalidad que se completa. No que se cierra, sino que se constituye con cada
otro a través del gozo de vivir, amar y danzar.
Eso nos deja en el camino entre
lo que un día fue y lo que será.
Una infinidad de pequeños momentos. Y no son
estos momentos en sí los que nos constituyen, sino la danza. La danza es el
transito a través de esa infinitud que se expande y contrae con cada decisión.
Somos desplazamiento, alcance. Ser que fluye. No hay más que acontecimientos en
la danza, encadenamientos de sucesos, contenciones, explosiones. Cada forma no
es más que instante, cada postura. Pero el paso
de danza es sucesión, continuidad. Es algo que pasa sin tiempo, que no está
en un lugar determinado, sino en ese todo que llamamos espacio. Y remite a
nada, porque nos lleva a todo. Es brazo, torso, cuello, cabeza, pierna,
entrepierna, pie, hombro, cadera, mano, espalda en armonía de ser. No un ser
unívoco, no un bloque, sino fluidez, encadenamiento, sucesión.
fotografía Sergio Pérez |
Estamos además sujetos a los
otros.
Ser en la danza es también reconocimiento. Agradecimiento no por lo que
soy, sino por mi posibilidad de ser. Eso en el otro que me hace reconocer-me.
Eso en lo que me puedo pensar, a dónde puedo ir. La danza del otro como
refugio, como memoria de vida. Saberse inserto en esa construcción continua, da
vigor, ennoblece. También agradecimiento por lo que fui, en todos esos pequeños
otros que nos toca cuidar, ver crecer y hacer parte de ese todo danzante. Al
igual que el torso, la cadera y demás, permitir que pase a través de nosotros
esa decisión de vida que nos dio referentes. Ser cruzados por cuerpos y vidas
plenas.
fotografía Sergio Pérez |
Voy a soñar una historia del
mundo a partir de la danza de Dios, con moléculas y partículas moviéndose y
dándose a sí mismas la vida. Donde se sepa que fue bueno porque aunque primero
no sabíamos nada, hubo danza y armonía entre las partes que nos formaron. Algún
tiempo después llegó el hombre e hizo muchas cosas distintas que nos
permitieron estar aquí, en este tiempo y con esta vida. Y fue bueno y fue malo,
pero se danzó y los cuerpos supieron del gozo y el disfrute de sí. Y eso fue
bueno. Y aunque algunas cosas han cambiado desde ese primigenio arrebato
iniciático, nuestros brazos y piernas siguen en su sitio. Igual que el deseo,
el disfrute y el goce con sus infinitas opciones. Y siguen siendo
buenos y nobles para vivir, para amar y para danzar.
Rafael Nieves