lunes, 13 de junio de 2016

Esa extraña costumbre de comer flores

Escribir sobre danza no es danzar. Por más que el intento se enfoque hacia su comprensión y si acaso esto fuera posible. Las palabras usadas para reflejar la experiencia vivida, no son la experiencia. Al igual que todo intento de interpretación, estas palabras van cargada de una intencionalidad, que más allá de su buena voluntad, reflejan una opinión.

Archivo Caracas Roja Laboratorio
La danza particularmente se sustenta en discursos múltiples. El cuerpo es terreno de todos. Todos escribimos y somos escritos por la experiencia. Eso es vivir. Eso es danzar. Y si nadie puede escapar de sí; si todos vivimos, todos danzamos ¿Por qué tanto problema con el sentido? ¿Qué es lo que hay que entender?

Algunos días tristes tropiezo con el escueto cuestionamiento de que la danza no se entiende.


Entonces empiezo a imaginar mi cuerpo y su expresión lejos del disfrute, como vacío.

Entender y ser entendido asfixia trágicamente las posibilidades de ser en nuestros cuerpos. La necesidad de asignar sentido nos mutila. Además, es muy cínico pensar esto cuando sabemos que la tendencia es a interpretar y generar juicios para cuestionar la forma en que se dan las experiencias. Toda una impudicia. Este asunto de privilegiar la comprensión por encima de otras formas de relación con la expresión creadora, me resulta aterrador, sobretodo en la danza. Me excluye de mí. Aceptarlo me hace cómplice.

Imaginemos que problema tan grande, no saber que significa que un brazo o una pierna se mueva de tal o cual manera. Vista desde ahí, la danza se transforma en un hecho chocante para las formas organizadas de saber y control. Unas formas que además necesitan clasificarnos, asignarnos un valor. Unos cuantos, por ejemplo, entramos en la categoría de Come flor.

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Eso me deja al menos, dos opciones. La primera es convencerme acerca del hecho de que los no-iniciados desconocen el placer de los poderes creadores del cuerpo y asumirme superior, por encima de las circunstancias; o lo que es igual, pensarme como un ser menospreciado, incomprendido y por un camino más oscurito llegar a lo mismo: Soy diferente, lo que me haría novedoso e inauténticamente mejor. La segunda opción es abolir toda posibilidad de interpretación y de re-creación de sentido. Comer flores sería entonces eso, estar destinado a comer flores. Sobrevivir masticando lo que se pueda. Lo más bonito que encontremos claro, pero nada más, nada de alimentación balanceada.

Para ser sincero, creo que cualquier esfuerzo de un creador por escapar de tal etiqueta resulta tristemente absurdo. Dedicarse a cosas como danzar, escribir, esculpir, actuar, etc. son estrictamente formas de relacionarse con una realidad inserta en esta clasificación. Por eso me parece patético, cuando me descubro en cualquier esfuerzo extra por tratar de llevar una vida normal. Simplemente, porque es justo esa normalidad la que dicta el sentido común; la que me dice expresamente que, haga el esfuerzo que haga, seguiré siendo un come flor. Así dance con música estridente o escriba poemas salvajes o interactúe con la materia de forma infamante. Es simple, estoy destinado a comer flores.

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Así pues, llegado a este punto puedo concluir, que cuando sólo queden flores para comer yo seguiré en pie. El final de los tiempos será definitivamente de los come flores. Los seres normales acostumbrados a dictar el sentido, no podrán soportar un cambio que vulnere su estatus. Pienso que cuando llegue el apocalipsis, nos atropelle un meteorito o nos invada una raza alienígena habrá alguien que lo pinte, que escriba los versos de esos últimos días y seguramente habrá alguna gente que se detenga a percibir en su cuerpo los efectos del tránsito a otras formas distintas de existencia.

Justo en ese momento, no habrá interpretación alguna. No habrá opinión. Nadie tendrá que construir sentido, ni calcular la plusvalía o verificar si la relación con nuestros padres fue la apropiada. Quizás justo ahí, todo adquiera sentido. Todo. Nos invadirá la claridad y una sensación de bienestar nos dejará plenos. El movimiento del brazo y la pierna. El placer de movernos libres. Y muy posiblemente queden, los que puedan seguir creando de sólo comer flores, mangos y sardinas.
Rafael Nieves

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