I. Hay un
ejercicio de improvisación sumamente interesante. Consiste simplemente en estar
atento de si en el juego de seguir y guiar, que es parte fundamental del
trabajo de composición en ese entramado de experiencias y acontecimientos que
es la danza, hay alguien realmente siguiéndote.
Ila Nieves |
De entrada es una invitación a jugar. A reconocer las distintas instancias del guiar y el ser guiado. También es una invitación a ser auténtico. No se te dice qué hacer si alguien te sigue o no; tampoco te ofrece alternativas para ser seguido o perderte entre los otros; mucho menos establece una forma de valoración cualitativa entre roles. No, sólo te pide que lo notes y lo tomes en cuenta. Que te sinceres contigo mismo.
Después de conocer este ejercicio, solo es
posible irrumpir en medio de cualquier construcción, organizada o no,
entendiéndola o no, siendo responsables de nuestras acciones. Eso no quiere
decir que esté bien o esté mal lo que hagamos. Lo importante es la noción de responsabilidad,
que se hace posible a partir de saberse y asumirse en los otros. Y de escuchar
para ser escuchado. Por otro lado, lo que a mí siempre me ha parecido un tanto
desquiciado, son esos estados de negación en los que algunos nos sumergimos. Porque
para decirlo con toda propiedad, hay gente que se miente. Algunos sutilmente,
otros de manera descarada. No importa que el resto del equipo esté observando,
que se haga una pausa esperando una reconsideración, incluso que se exprese de
manera obvia el disgusto. Simplemente hay quien necesita imponer su voluntad,
sin importar cómo.
archivo personal |
Algo también posible, es que
cuando hay afecto de por medio, parte del equipo ceda como en un acto solidario.
Aunque no siempre de manera convencida. Esto cuando es reiterativo, puede
llegar a ser frustrante. Yo, por ejemplo, ya estoy acostumbrado. Hay personas
así. Esos casos para mí, son una especie de anti-norma. Por ejemplo, el
ejercicio consiste en accionar, moverse, danzar en consonancia con la percepción
de la dinámica general del grupo, y tomar la iniciativa de guiar, teniendo en
cuenta que alguien te sigue. La anti-norma se revela como: haz lo que quieras, siempre,
sin tomar en cuenta nada a tu alrededor, porque en algún momento alguien va a
ceder a tu influjo. Y si no, no importa, ya lo hiciste.
II. Tengo que
reconocer que son pocas las veces que me pasa, pero hay momentos en que lamento que la
danza me permita acercarme tanto a conocer el mundo. No por la danza, sino por
el mundo. Y la manera transparente en que la danza lo dibuja. Como un espejo. Y
es que nuestros cuerpos y nuestras vidas, se siguen y se repelen constantemente
por el mundo como en una danza fabulosa. Y bueno, la anti-norma se repite. Y
nos vamos poniendo cada vez en evidencia. Con nuestras vergüenzas al aire.
Expuestos. Sabiendo que nadie nos sigue. Pero no nos importa. Porque no
escuchamos y no sabemos si nos escuchan. Porque pensamos que seguir es repetir
y guiar es imponer. Entonces, en vez de cerrar los ojos, es como cerrar el
cuerpo. Todos en fila, unos atrás de otros. Como en una especie de anti-danza
marcial.
fotografía Ila Nieves |
III. Pero a decir verdad, es muy posible que
esté equivocado. Y que si exista un orden, una secuencia. Algo así como un
juego de anti-seguidilla. Donde la norma sea negarnos los unos a los otros.
Negar nuestros cuerpos, nuestras vidas, lo que pensamos o sentimos. Una norma
donde lo importante es no escuchar, ni saber. Para poder seguir gustosos hacia la
nada. Un juego de cuerpos torpes. Siendo así, entonces nadie se miente en
realidad. Todos estamos claros en la anti-norma del mal vivir. Espléndidos en
la incapacidad de completarnos o de construir juntos. Pero también sin
frustrarnos, porque estamos acostumbrados y además sabemos que en cualquier
momento alguien va a ceder a nuestro influjo, como en una cadena infinita de
cuerpos sordos e impotentes. Algo entre cruel y bonito. Todos en fila, unos atrás
de otros. Con nuestras vergüenzas al aire.
Rafael Nieves
No hay comentarios:
Publicar un comentario