1. Hace ya casi 25 años
mi nombre apareció por primera vez en la prensa, en un espacio distinto al de
un listado de ingreso para una institución militar. Recuerdo que era un anuncio
más bien pequeño publicado en un periódico local, donde se anunciaba una
pequeña temporada que llevaría a cabo la compañía Teatro y Mimos de Venezuela,
dirigida por los maestros Rocío Rovira y Oscar Figueroa.
Ila Nieves |
Hago la distinción con
respecto a mis anteriores apariciones en prensa porque en aquellas, las de los
listados, sólo aparecía mi número de cédula de identidad, lo cual hacía más
bien anónima mi aparición, menos protagonista, aunque para mi familia
representase como es de esperarse un valor superior. De hecho pienso que alguno
de esos listados debe sobrevivir en algún álbum familiar: la lista de ingreso
del año 1984 para el liceo militar Gran Mariscal de Ayacucho y la de 1989 para
la Academia Militar de Venezuela.
En cambio recuerdo cómo
aquel pequeño anuncio que representaba lo que sería el inicio formal de mi
carrera en las artes escénicas, se convirtió el mismo día de su publicación en algo
así como el grito a voces de mi hundimiento, la derrota de mi crianza. La perdida
de mi sentido como familiar, incluso como amigo y hasta ciudadano. Me gusta
pensar que desde aquel día (que junto a otros eventos variados me descolocó
como individuo), mi tránsito ha sido el de la reconstitución constante como
persona. Como una búsqueda de sentido de mí mismo.
2. Tiendo a adornar a
placer la mayoría de mis recuerdos. Lo cual podría ser catalogado como un
problema, pero la verdad no creo poder reconstruir con exactitud algunos de mis
episodios pasados. De hecho me parecería demasiado aburrido tener que ceñirme a
la estricta realidad, si es que eso existe. Por ejemplo, evocando la mañana en
que salió publicado el mencionado anuncio de prensa tiendo a juntar todos los
recuerdos que atesoro de mi padre. Los amuñuño. Así que dependiendo de la
intensidad de mi relato, o del interlocutor (así sea yo mismo en diversas
situaciones), o de la cantidad de cervezas, puedo imaginar a mi papá con su
bata de paño, sentado en su silla de mimbre, en su apartamento, con el
periódico en la mano y un café y los lentes y las pantuflas y de música de
fondo un disco de Henry Fiol; y su mirada entre severa y decepcionada al darse
cuenta que su nombre (que es el mismo mío), aparecía entre otros tantos que
seguramente irían eternamente por el mundo en mallas, zapatillas y la cara
pintada de blanco.
archivo personal |
No lo voy a negar. Hay
días, cervezas más, cervezas menos, en que me gusta pensar que entre la
merengada de sentimientos y sentidos a los que lo sometía constantemente este primogénito
y demoníaco ser salido de su progenie (y con su mismo nombre); en medio de todo,
quizás muy en el fondo, podría existir un poquito de orgullo. Aunque aquella
mañana, su pregunta de si yo usaba mallitas y zapatillas, tuviese implícita la
duda fulminante de si yo era loco, drogadicto u homosexual. Afortunadamente en
ese momento sólo tuve que responder a lo de las mallas y las zapatillas; porque
como todo inicio aunque desolador para muchos, para mí apenas empezaba lo
bueno, y por supuesto no tenía la menor idea de nada.
No me voy a extender
tratando de explicar lo que supuso ese momento para mí, pero ¡Váyalo! con Henry
Fiol y todo. Que además en ese momento estaba preso.
3. Con lo de las drogas
y la orientación sexual ¡Paso! lo delego. Se lo dejo a alguien que quiera
exponerse un poco más de lo que yo ando dispuesto por ahora. Hoy, lo que me
interesa es la posibilidad implícita en mi elección de vida que me acerca a la
locura.
En otro tiempo estoy
seguro que me hubiese gastado elaborando una disertación sobre la cordura. Argumentándome,
buscando la forma de otorgarle sentido a lo que representa dedicarse a la danza;
pero la verdad, cada vez estoy más cerca de aceptar que lo que podríamos
considerar como indicativos de normalidad no se corresponden con el sentido
profundo de lo que somos y hacemos. La normalización, los esquemas bajo los
cuales coexistimos tienden a ponernos al margen. Cada vez más veo alejarse la
orilla del sentido común y lo que es más vergonzoso, me veo, nos veo
disfrutándolo. Nos veo además pagando las consecuencias de nuestro
atrevimiento, aunque pareciera que eso también lo disfrutamos.
El Universal, septiembre 1992 |
Ustedes me van a perdonar,
pero eso es de locos, y marginales; de seres desprovistos de la capacidad de
reducirse a lo común y a lo bueno. Para algunos eso es fracaso o inmoralidad,
inclusive pecado y hasta ilegal.
Si pudiera doblar el
tiempo y juntar este momento con aquella mañana, sería menos severo con mi
viejo, que finalmente tenía razón. Yo me estaba subiendo a la nave de los
locos, y lo peor es que no he podido bajarme porque cada vez que se arrima a la
orilla el mar profundo me llama, como una lengua loca de mujer que te lame la oreja,
como la mano izquierda del diablo que me suma insistente a esta rueda de faunos
y me dice:
-Rafa,
vamos a danzar.
Rafael Nieves
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