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Podemos desaparecer. Como cuando
alguien cruza la esquina y ya después por más que corras no vas a poder
alcanzarlo. No lo ves más. Podemos por ejemplo no atender nunca más el teléfono,
ni abrir la puerta. No volver a responder por nuestro nombre. Por ningún
nombre. Ninguna carta, ni un mensaje, ni un gesto. Ni siquiera ese silencio de ahí
al lado, ese tipo que casi no molesta. Nada. Puede ocurrir de manera sutil como esa lágrima seca que te deja en el rostro una sensación de costra invisible, o muy
malcriado dando el portazo y pegando insultos por el pasillo, violento, como
consumido instantáneamente por combustión espontánea. También podemos irnos desdibujando muy lento como el palito gordo del reloj, ese que marca las horas. Me da la
impresión que para desaparecer no hace falta sino haber estado y que alguien lo
note. Así sea mucho tiempo después, cuando ya no estás y finalmente se den cuenta.
Nunca faltará el incrédulo que preguntará si alguna vez estuvimos. Una de mis
formas preferidas es irme borrando poco a poco, primero la voz luego el
pensamiento hasta que ya después el cuerpo no hace más falta. Pero la verdad sería
más divertido si como en un acto de magia repentina ya no estuviera un brazo
por ejemplo y después la cabeza, luego las piernas y así, hasta que sólo
quedara una mano muy esforzada como en una película de zombis arrastrando tras
de sí un brazo casi inservible y medio torso que va haciéndose invisible a medida
que trata de alejarse. Clavando las uñas en el piso y ejerciendo tracción desde
el codo hasta el hombro. Mano, dedos, uñas, codo, hombro, manos, dedos, uñas,
codo, manos, dedos, uñas, dedos, uñas..
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Valentina y Joseíto |
Para desaparecer no hace
falta nada. Ni poner ninguna firma, o llenar formulario, o confesarse. Porque
es más bien como ir dejando de firmar y llenar formularios y confesar
atrocidades. Es más como hacerse aire, no ocupar espacio. Sacarse uno mismo de
donde se siente atravesado. En mi opinión no es nada útil, ni tampoco deja de
ayudar en algo. Recuerdo varios momentos en los que me bastó cerrar los ojos
como si con ese gesto además de borrar la luz yo pudiera borrarme, no estar. No
fue suficiente para los demás pero contribuyó un poco y a mí me sacó
momentáneamente de donde estaba. No respirar ayuda. No tocar, y por supuesto
que no abrir la boca es fundamental. Al menos no para hablar, porque si
trancaste la respiración por la nariz vas a necesitar al menos hacer una
pequeña hendija entre los labios para que entre el aire. A no ser que quieras
desaparecer del todo. Algo que es inevitable si no respiras, pero créeme que
eso no hace falta porque para desaparecer sólo es necesario ya no estar para
los otros. Tú puedes ir a ser en otra parte, donde no estorbes o te sientas
útil. De hecho esa opción es excelente porque puedes ser invisible desde el
inicio. Mimetizarte con las paredes y los muebles. No darle tu número a nadie y
jugar a los espías para entrar a tu casa. Hacer silencio. Guardarte como un
dibujo. Ocupar una gaveta. Dejar que todo pase y dedicarte de manera
voluntariosa a ser enteramente invisible.
Rafael Nieves
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