Pensé que voy a ser piedra. Porque ya no me miras y da lo mismo. Así que voy a hacerme duro y
compacto. Para evitar que nada importe. Para no tener sentidos ni emociones. Entonces
pensé que para eso primero debo dejar de ser gente y regresar a la tierra. Que
mi cuerpo se descomponga en partes infinitas y se riegue, se disperse confundido
con otras pequeñas partes de cosas que son aunque no las vemos. Y como ya no
habrá tiempo, no importará cuanto tarde. Seguramente en el proceso podré completarme
con otras cosas. Pedazos diversos de cosas, desechos menudos de vida.
Sedimentarme junto a otros elementos y así poco a poco, alguna vez volver a ser
algo compacto, sólido. Duro. Probablemente primero tendré que adaptarme,
volverme parte de formaciones distintas. Y quebrarme, y romperme, y volver a
juntarme de manera infinita. Hasta que por fin sea algo. Y ya no me importe y
puedas lanzarme lejos. Romper alguna ventana o echarme al agua, y que me alise
el río. Porque así entero, compacto, inerte, me sentirás a gusto entre tus manos.
Pero eso para mí ya no será ningún problema.
Posiblemente algunos de mis trozos
no se decanten mineralmente. O antes de hacerlo quieran ser hierba, arbusto,
qué tal árbol. Con todas sus estaciones. Algunas hojas cayendo ahí cerca y
volviendo a deshacerse al pie de alguna colina donde quieras recostarte.
Desapareciendo de nuevo en la tierra y circulando otra vez como savia. En
fotosíntesis constante, dando aire. Siendo yo abono y rama y quizás mango.
Siendo ingerido y asimilado, masticado y defecado. Eyecto entre las hojas secas.
Buscando la brisa, el sol y la lluvia hasta ser grande, y volver a huir de nuevo
hacia la tierra a esconderme entre las cosas minúsculas. Ser de nuevo hierba,
arbusto, que tal árbol con todas sus estaciones y olvidar todas las colinas, para
que ya no importe quién me come, quién se guarece en mí o quién me tala.
Pero si soy alimento de
algún animal silvestre, voy a estar en su sangre para darle vida. Y me voy a
elevar todo cuanto pueda, para dejar atrás todo cuanto de mí pueda decirse. Con
alas o sin ellas voy a vagar por el campo. Comeré y seré comido en infinidad de
formas. Acecharé y seré acechado. Sin lástima, sin miedo. Y muy tal vez, muy quién
sabe, algún pedacito mío, alguna pequeña célula se cuele hasta un animal
nocturno. Una ínfima parte en un órgano, digamos de un ojo. Un ojo esquivo de
gato. Uno de calle, arisco, que habrá de cruzarse en tu vida. Para no verte.
Porque ahí en esa minúscula porción de vida, pedacito de ojo, ojo de gato, gato
arisco de calle, estaré después de tanto y ya no me importará nada más, así me
lleves contigo y pienses que soy solo tuyo.
Rafael Nieves
No hay comentarios:
Publicar un comentario