lunes, 15 de enero de 2018

Simpatía por el Diablo


1. Aprovechando que estoy en mi mes, me gustaría empezar declarando que siempre ha existido en mí una dicotomía basada en odiar mi cumpleaños y asumir que me resulta particularmente atractivo. Que su fecha coincida año tras año, con el primer día escolar lo hace si no interesante, al menos particular. Cumplir el siete de enero significa despertarse en la mañana con la doble expectativa de una posible felicitación y el regreso a esa rutina tan poco gratificante, que asocio a comenzar a levantarse más temprano, hacer la tarea y pelearse en el recreo. Panorama absolutamente más desolador cuando estudias internado y debes soplar la vela de la torta con el uniforme puesto porque ya al rato te depositarán en el instituto respectivo. El hecho es que cumplir ese día también ha traído un par de cosas interesantes. Una de ellas por ejemplo, es haberse preguntado toda la vida, qué animal es ese que tiene cuerpo de chivo y cola de pescado, con el cual la mayoría de los horóscopos representan al signo capricornio. Nunca está de más aclarar que, por más lector u obsesivo que uno sea, y que desde pequeño se haya cogido el hábito de leer todo lo que llevase ese emblema, sólo haya servido para alertarme sobre cuando perdería un trabajo inexistente o advertirme que hiciese las paces con una esposa que no tenía o facilitarme algún número que debía jugarme en la lotería. Sin contar que la mayoría de ellos están dirigidos a mujeres, lo cual resulta particularmente vergonzoso de admitir. Pero en mi caso, el tema fue la ausencia de cualquier tipo de literatura que me ayudase a desentrañar el contenido simbólico que tenía aquella imagen cornuda. Más adelante como es natural, a medida que iba creciendo, se fueron combinando en mi cabeza mis algo fallas nociones religiosas con mi adicción a las películas de terror y literatura de ficción. Aquella cabra-pez que aparecía en los periódicos dándome consejos en áreas tan diversas como la salud, el trabajo y el amor, fue mutando en mi imaginario a una suerte de Diablo inútil, que no podía trepar montañas rocosas a falta de pezuñas traseras y mucho menos respirar bajo el agua, a falta de las consabidas branquias, algo que queda muy claro, si alguna vez viste un chivo de verdad o al menos le das el uso adecuado a cualquier libro de ciencias de segundo grado de primaria. Otra cosa son las ideas que caminan (o reptan ¿?) junto al señor de los cuernos dominicales. Resulta que con el tiempo, la gente cercana que se ocupa de esos temas, termina conviniendo en que eres un típico capricorniano. Resultas ser obstinado y terco. Exageradamente organizado y con tendencia más bien maniático-obsesiva, combinada con un toque de frigidez emocional. Y es ahí donde decides que tienen razón los que se quejan de que no sirven para nada los horóscopos. Aún cuando sepas, que cada vez que les cae algún tipo de prensa escrita en las manos, van directo a las últimas páginas. Me imagino que para comprobar, que tipo de falacias se le ha ocurrido escribir esa vez a ese farsante que encima, seguro debe cobrar más que yo con todo lo que me sudo. Ahora, me pregunto, qué acto puede haber más demoníaco, que el sentirse asediado constantemente por el deseo intenso de consultar la suerte en el periódico, o por el de jugarse el número que trae el signo esta semana e incluso, el sentirse casi obligado a ser un poco más prudente en las respuestas que se le dan al jefe, no vaya a ser que se cumpla la profecía. Definitivamente en el horóscopo, mi signo es el de los cachos enormes que se enrollan. Igualito a los que seguro le van a crecer al bebé ese de Rosemary, que me leí en uno de los libros chiquitos que traía la revista Bohemia, porque en la película sale solo al final y casi no se ve nada.

2. Nadie puede culparme porque me guste el rock. Me gustan muchas otras cosas pero si insisto en hablar sobre esto, me siento obligado a reconocer que he cantado (muy mal por cierto) Sympathy for the devil. Muchos lo han hecho. Incluso antes de que yo naciera, y sobre todo con la siguiente muy común condición particular: No tener la menor idea de que dice la letra. No se trata aquí de la pronunciación, ni de relaciones profundas entre música y lenguaje. Esa cosa pegajosa, en la que lo único que reconocí por años fue la frase "Please to meet you...", es un excelente ejemplo para comprender los estragos que puede hacer una buena canción sea del género que sea. También es necesario reconocer la posibilidad de que cualquiera más devoto que yo (cosa no tan difícil), que tampoco  tenga noción del significado de la letra, ni la tolerancia suficiente, pueda llegar a desarrollar al enterarse del nombre Simpatía por el diablo, una hostilidad desinformadamente justificada en su contra. Así como contra cualquier peludo de franela negra e incluso contra cualquier otra canción proveniente de esa música del demonio. Sólo digo que es posible. Pero por otra parte sabemos, que esta relación disfuncional con el diablo no es del todo coherente. Y aunque es posible asociarla al desconocimiento del idioma extranjero, también es cierto el abuso por parte de los consumidores de música rock, de un uso excesivo de simbología abiertamente provocadora y de no moderar su tendencia pendenciera hacia casi cualquier otro género musical. Pero el equilibrio no es cosa del Diablo. Por otro lado sin embargo, podemos reconocer que una parte de nuestro acerbo histórico cultural, asumió y aún resguarda la figura del diablo, como parte integral de lo que nuestra respetada profesora Katrin Lengwinat reconoce como "Manifestaciones de mayor recogimiento" dentro del área llamada "Veneración a entidades divinas". Donde señala que "La representación del diablo entonces no atiende al Maligno como figura, sino como concepto. Es una expresión de la intención de controlar el mal." A lo que no hace referencia en su libro Panorama de tradiciones musicales venezolanas, es a lo que todo el que ha estado cerca de los cultores que hacen de diablo, cuando esta manifestación ocurre, sabe. No es necesario ser especialista para reconocer el placer profundo que sienten estos cultores-intérpretes, durante la manifestación y la puesta en escena de su rol. La pasión de la veneración, se encuentra aquí cruzada con la satisfacción del trabajo bien realizado dentro de la ceremonia-representación y el orgullo ante el reconocimiento de los otros participantes-espectadores. Al mismo tiempo, la conexión que muchos asistentes a estos eventos asignan a la fe devocional, podría hallarse estrechamente emparentada con el gozo, y la posibilidad de satisfacer una necesidad individual de danzar, gritar, perseguir y ser perseguido, embriagarse, en fin, extralimitarse de sus posibilidades cotidianas que en el encuentro con lo otro le es permitido, en el marco de esta ceremonia. Por momentos dejar de ser su yo cotidiano, con un nombre y unas costumbres reconocidas y aceptadas, lo mismo que en cierto modo le ocurre al amigo de la cabellera larga en medio de su concierto o en su cuarto con sus amigos y sus discos. Así no entienda la letra. Así solo grite "Please to meet you" y se sienta fantásticamente parte de algo, pero al mismo tiempo diferente a todos y así, sin saberlo, hermanado en la distancia y el tiempo a través de su simpatía por nuestro ángel gozón, caído en desgracia y complemento necesario, si es que por algún momento alguien desea comprender de que va la virtud. En otras palabras, está muy raro no tenerle un poco de cariño (y respeto claro está) al señor de los cachos.


3. Para exagerar un poco y complacer mi necesidad de ser desmedido, voy a decir que hasta hace pocos días resulté absuelto, en cierta modo, de mi temor al demonio. Para ilustrarlo mejor tomaré prestado lo que Sallie Nichols expone en su libro Jung y el Tarot, acerca de las cualidades arquetípicas de nuestro compañero con rabo y pezuñas, donde dice que "La idea de que la divinidad pueda abarcar los opuestos, incluyendo en ellos el área del oscuro inconsciente, así como de que el Diablo, por su parte, pueda poseer cualidades redentoras y brillantes, resulta sorprendente." Cuando digo que exagero es porque obviamente en mi afán de establecer un vínculo pretencioso entre los cachos de mi chivo astrológico, los Rolling Stone y las Cofradías de Diablos Danzantes he tenido que pedir cacao citando a una analista junguiana devenida en experta del Tarot, junto a una especialista etnomusicóloga reconocida. Pero aún así es preciso recalcar que todas estas visiones coincidentes no son del todo arbitrarias. Por el contrario pueden llegar a convivir en alguien tan atormentado, como podría estar en mi situación cualquiera, teniendo en cuenta la idea de pertenecer sin siquiera saberlo a esta herética y prolífica secta de adoradores del cachuo. La forma de comprobarlo la ofrece la señora Sallie más adelante en su libro, cuando hablando acerca de las cualidades arquetípicas del Diablo, hace un acercamiento a los distintos tipos de manifestaciones demoníacas con las cuales convivimos cotidianamente y que en cierta forma operan de forma inconsciente en nosotros. Uno de esos casos particulares fue el que me llamó a la reflexión. Se trata de un aparte relacionado con las posesiones. Al parecer todos podemos ser objeto de una posesión demoníaca. Teniendo en cuenta que, al igual que en el caso de la profesora Katrin, acá lo demoníaco no es una figura o un ser, sino una idea. En este caso esa zona oscura en nuestra psique, actúa sobre nosotros o mejor dicho potencia nuestra capacidad para sentirnos obsesionados por alguna cosa específica. Pero claro, como esto resulta demasiado fantástico para nuestra comprensión racional, le restamos importancia a todos esos arrebatos en los que no permitimos hablar a los demás durante una conversación, o nos alteramos a niveles siderales cuando nos llevan la contraria, o insistimos hasta el cansancio sobre temas que sólo nos importan a nosotros y decidimos establecer relaciones insólitas entre fenómenos incompatibles con tal de que nuestras ideas sean tomadas en cuenta. Llegando incluso a extraer citas diversas de libros impensables como si en cada reunión familiar, cada parranda con amigos o receso para el café, nuestra idea tuviese que ser reconocida, y divulgada, y si se puede, comprendida. Porque la verdad qué importa andar poseso, qué importa convertirse en un medio para que se manifieste esa zona apartada de nuestra mente, que finalmente es la expresión de una verdad más grande, más colectiva. Qué tanto equilibrio hace falta, cuando todo lo que está fuera de nosotros es un caos. Y el mundo se derrumba, y ya vienen los ángeles con sus trompetas, y la ciudad arde en llamas mientras yo y mis cuernos astrológicos, seguimos teniendo la razón. 

Rafael Nieves

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