1. Aprovechando
que estoy en mi mes, me gustaría empezar declarando que siempre ha existido en
mí una dicotomía basada en odiar mi cumpleaños y asumir que me resulta
particularmente atractivo. Que su fecha coincida año tras año, con el primer
día escolar lo hace si no interesante, al menos particular. Cumplir el siete de
enero significa despertarse en la mañana con la doble expectativa de una
posible felicitación y el regreso a esa rutina tan poco gratificante, que asocio a comenzar a levantarse más temprano, hacer la tarea y
pelearse en el recreo. Panorama absolutamente más desolador cuando estudias
internado y debes soplar la vela de la torta con el uniforme puesto porque ya al
rato te depositarán en el instituto respectivo. El hecho es que cumplir ese día
también ha traído un par de cosas interesantes. Una de ellas por ejemplo, es haberse
preguntado toda la vida, qué animal es ese que tiene cuerpo de chivo y cola de
pescado, con el cual la mayoría de los horóscopos representan al signo
capricornio. Nunca está de más aclarar que, por más lector u obsesivo que uno
sea, y que desde pequeño se haya cogido el hábito de leer todo lo que llevase
ese emblema, sólo haya servido para alertarme sobre cuando perdería un trabajo
inexistente o advertirme que hiciese las paces con una esposa que no tenía o facilitarme
algún número que debía jugarme en la lotería. Sin contar que la mayoría de
ellos están dirigidos a mujeres, lo cual resulta particularmente vergonzoso de
admitir. Pero en mi caso, el tema fue la ausencia de cualquier tipo de
literatura que me ayudase a desentrañar el contenido simbólico que tenía
aquella imagen cornuda. Más adelante como es natural, a medida que iba
creciendo, se fueron combinando en mi cabeza mis algo fallas nociones religiosas
con mi adicción a las películas de terror y literatura de ficción. Aquella cabra-pez
que aparecía en los periódicos dándome consejos en áreas tan diversas como la
salud, el trabajo y el amor, fue mutando en mi imaginario a una suerte de Diablo
inútil, que no podía trepar montañas rocosas a falta de pezuñas traseras y
mucho menos respirar bajo el agua, a falta de las consabidas branquias, algo
que queda muy claro, si alguna vez viste un chivo de verdad o al menos le das
el uso adecuado a cualquier libro de ciencias de segundo grado de primaria. Otra
cosa son las ideas que caminan (o reptan ¿?) junto al señor de los cuernos
dominicales. Resulta que con el tiempo, la gente cercana que se ocupa de esos
temas, termina conviniendo en que eres un típico capricorniano. Resultas ser obstinado
y terco. Exageradamente organizado y con tendencia más bien maniático-obsesiva,
combinada con un toque de frigidez emocional. Y es ahí donde decides que tienen
razón los que se quejan de que no sirven para nada los horóscopos. Aún cuando
sepas, que cada vez que les cae algún tipo de prensa escrita en las manos, van
directo a las últimas páginas. Me imagino que para comprobar, que tipo de
falacias se le ha ocurrido escribir esa vez a ese farsante que encima, seguro
debe cobrar más que yo con todo lo que me sudo. Ahora, me pregunto, qué acto puede
haber más demoníaco, que el sentirse asediado constantemente por el deseo intenso
de consultar la suerte en el periódico, o por el de jugarse el número que trae el signo
esta semana e incluso, el sentirse casi obligado a ser un poco más prudente en
las respuestas que se le dan al jefe, no vaya a ser que se cumpla la profecía.
Definitivamente en el horóscopo, mi signo es el de los cachos enormes que se enrollan.
Igualito a los que seguro le van a crecer al bebé ese de Rosemary, que me leí
en uno de los libros chiquitos que traía la revista Bohemia, porque en la
película sale solo al final y casi no se ve nada.
2.
Nadie puede culparme porque me guste el rock. Me gustan muchas otras cosas pero
si insisto en hablar sobre esto, me siento obligado a reconocer que he cantado
(muy mal por cierto) Sympathy for the devil.
Muchos lo han hecho. Incluso antes de que yo naciera, y sobre todo con la
siguiente muy común condición particular: No tener la menor idea de que dice la
letra. No se trata aquí de la pronunciación, ni de relaciones profundas entre música
y lenguaje. Esa cosa pegajosa, en la que lo único que reconocí por años fue la
frase "Please to meet you...", es un excelente ejemplo para
comprender los estragos que puede hacer una buena canción sea del género que
sea. También es necesario reconocer la posibilidad de que cualquiera más devoto
que yo (cosa no tan difícil), que tampoco tenga noción del significado de la letra, ni
la tolerancia suficiente, pueda llegar a desarrollar al enterarse del nombre Simpatía por el diablo, una hostilidad desinformadamente
justificada en su contra. Así como contra cualquier peludo de franela negra e
incluso contra cualquier otra canción proveniente de esa música del demonio. Sólo
digo que es posible. Pero por otra parte sabemos, que esta relación disfuncional
con el diablo no es del todo coherente. Y aunque es posible asociarla al desconocimiento
del idioma extranjero, también es cierto el abuso por parte de los consumidores
de música rock, de un uso excesivo de simbología abiertamente provocadora y de
no moderar su tendencia pendenciera hacia casi cualquier otro género musical. Pero
el equilibrio no es cosa del Diablo. Por otro lado sin embargo, podemos
reconocer que una parte de nuestro acerbo histórico cultural, asumió y aún
resguarda la figura del diablo, como parte integral de lo que nuestra respetada
profesora Katrin Lengwinat reconoce como "Manifestaciones de mayor
recogimiento" dentro del área llamada "Veneración a entidades
divinas". Donde señala que "La representación del diablo entonces no
atiende al Maligno como figura, sino como concepto. Es una expresión de la
intención de controlar el mal." A lo que no hace referencia en su libro Panorama de tradiciones musicales
venezolanas, es a lo que todo el que ha estado cerca de los cultores que
hacen de diablo, cuando esta manifestación ocurre, sabe. No es necesario ser especialista
para reconocer el placer profundo que sienten estos cultores-intérpretes, durante
la manifestación y la puesta en escena de su rol. La pasión de la veneración,
se encuentra aquí cruzada con la satisfacción del trabajo bien realizado dentro
de la ceremonia-representación y el orgullo ante el reconocimiento de los otros
participantes-espectadores. Al mismo tiempo, la conexión que muchos asistentes
a estos eventos asignan a la fe devocional, podría hallarse estrechamente
emparentada con el gozo, y la posibilidad de satisfacer una necesidad
individual de danzar, gritar, perseguir y ser perseguido, embriagarse, en fin,
extralimitarse de sus posibilidades cotidianas que en el encuentro con lo otro le
es permitido, en el marco de esta ceremonia. Por momentos dejar de ser su yo
cotidiano, con un nombre y unas costumbres reconocidas y aceptadas, lo mismo
que en cierto modo le ocurre al amigo de la cabellera larga en medio de su
concierto o en su cuarto con sus amigos y sus discos. Así no entienda la letra.
Así solo grite "Please to meet you" y se sienta fantásticamente parte
de algo, pero al mismo tiempo diferente a todos y así, sin saberlo, hermanado
en la distancia y el tiempo a través de su simpatía por nuestro ángel gozón,
caído en desgracia y complemento necesario, si es que por algún momento alguien
desea comprender de que va la virtud. En otras palabras, está muy raro no
tenerle un poco de cariño (y respeto claro está) al señor de los cachos.
3. Para
exagerar un poco y complacer mi necesidad de ser desmedido, voy a decir que hasta
hace pocos días resulté absuelto, en cierta modo, de mi temor al demonio. Para
ilustrarlo mejor tomaré prestado lo que Sallie Nichols expone en su libro Jung y el Tarot, acerca de las cualidades
arquetípicas de nuestro compañero con rabo y pezuñas, donde dice que "La
idea de que la divinidad pueda abarcar los opuestos, incluyendo en ellos el
área del oscuro inconsciente, así como de que el Diablo, por su parte, pueda
poseer cualidades redentoras y brillantes, resulta sorprendente." Cuando
digo que exagero es porque obviamente en mi afán de establecer un vínculo pretencioso
entre los cachos de mi chivo astrológico, los Rolling Stone y las Cofradías de
Diablos Danzantes he tenido que pedir cacao citando a una analista junguiana
devenida en experta del Tarot, junto a una especialista etnomusicóloga reconocida.
Pero aún así es preciso recalcar que todas estas visiones coincidentes no son
del todo arbitrarias. Por el contrario pueden llegar a convivir en alguien tan
atormentado, como podría estar en mi situación cualquiera, teniendo en cuenta
la idea de pertenecer sin siquiera saberlo a esta herética y prolífica secta de
adoradores del cachuo. La forma de comprobarlo la ofrece la señora Sallie más
adelante en su libro, cuando hablando acerca de las cualidades arquetípicas del
Diablo, hace un acercamiento a los distintos tipos de manifestaciones
demoníacas con las cuales convivimos cotidianamente y que en cierta forma
operan de forma inconsciente en nosotros. Uno de esos casos particulares fue el
que me llamó a la reflexión. Se trata de un aparte relacionado con las
posesiones. Al parecer todos podemos ser objeto de una posesión demoníaca. Teniendo
en cuenta que, al igual que en el caso de la profesora Katrin, acá lo demoníaco
no es una figura o un ser, sino una idea. En este caso esa zona oscura en
nuestra psique, actúa sobre nosotros o mejor dicho potencia nuestra capacidad
para sentirnos obsesionados por alguna cosa específica. Pero claro, como esto
resulta demasiado fantástico para nuestra comprensión racional, le restamos
importancia a todos esos arrebatos en los que no permitimos hablar a los demás
durante una conversación, o nos alteramos a niveles siderales cuando nos llevan
la contraria, o insistimos hasta el cansancio sobre temas que sólo nos importan
a nosotros y decidimos establecer relaciones insólitas entre fenómenos
incompatibles con tal de que nuestras ideas sean tomadas en cuenta. Llegando
incluso a extraer citas diversas de libros impensables como si en cada reunión
familiar, cada parranda con amigos o receso para el café, nuestra idea tuviese
que ser reconocida, y divulgada, y si se puede, comprendida. Porque la verdad
qué importa andar poseso, qué importa convertirse en un medio para que se
manifieste esa zona apartada de nuestra mente, que finalmente es la expresión
de una verdad más grande, más colectiva. Qué tanto equilibrio hace falta,
cuando todo lo que está fuera de nosotros es un caos. Y el mundo se derrumba, y
ya vienen los ángeles con sus trompetas, y la ciudad arde en llamas mientras yo
y mis cuernos astrológicos, seguimos teniendo la razón.
Rafael Nieves
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