lunes, 9 de enero de 2017

Me mudo a un espacio invisible

Hay tantas cosas que no recuerdo. También hay muchas que sé sólo a medias. Tengo cosas que incluso se mezclan entre ellas. Tantas, que me da un poco de miedo que sean mentiras. 

fotografía Victor Alexandre
I. Tratando de hacer memoria, recuerdo borrosamente algunas que tuve durante mucho tiempo como verdades. Por ejemplo, las circunstancias bajo las cuales me inicié en la creación, me hicieron encontrar una fortaleza extra en la premisa según la cual, no debería importarme el destinatario de mis obras. A quién le gustaba y a quién no. Quién era mi espectador-lector. Lo cierto es que siempre he estado inclinado a creer que la creación es ante todo, un acto rebelde. Intimo, anómico, extremo. Creo recordar que en ese entonces representaba para mí, una forma concreta de rebelarme contra una realidad que no acepta el disenso.

Esa memoria es un recuerdo de la creación como reafirmación de la existencia. Pero, hace tiempo que no me ocupo de pensar en eso, así de manera tan combativa. Ahora me ocurre y listo. O a veces no. Con los años he ido encontrando nuevas musas, nuevos laberintos. Otros detonantes. Pero entonces, aquello ¿fue real?

fotografía Victor Alexandre

II. Durante todos estos años de exploración y formación para improvisar, hemos desarrollado una ejercitación especifica. Una en particular, que potencia por encima de otras prioridades, el estar consciente del alcance de nuestras propuestas. Reconocer cuales son los momentos más adecuados para plantear cambios o visto de otra manera, cuánto es prudente prolongar cada dinámica particular. Distinguir qué es lo más efectivo para entrar en sintonía con lo que ocurre en cada momento. Ser perceptivo y reconocer si en verdad estás en conexión con tu entorno.

Por otro lado, en danza el concepto de improvisación en sí mismo, rompe con toda una formalidad instituida. Pero contiene a su vez una forma de acercamiento al cuerpo, que reconoce la importancia del otro y de lo otro ¿Esto la hace más real?

fotografía Victor Alexandre

III. Si se piensa en términos de realidad pasada, la memoria es un factor menos determinante de lo que aparenta. Reconstruir nuestro pensar o sentir pasado, es un juego inquietante. Aferrarnos a la memoria podría ser mortal. No todos recordamos lo mismo de los mismos hechos. De ahí que particularmente yo, me esfuerce constantemente en desapegarme de algunas memorias. Porque me parece a veces, que recordarlas incompletas puede llevarme al auto-engaño.

Desde esa perspectiva se me antoja creer que imaginar, como acto, es lo que nos hace humanos. Sin darnos cuenta, de manera automática vamos asentando recuerdos que son fragmentos  de cosas que pasaron; de cómo estos nos hicieron sentir; de las asociaciones que creamos a partir de las experiencias; y de nuestra interpretación que de todo ello se desprende. Entonces se podría decir que aquello que narramos sobre algo que pasó, o algo que sentimos, o que vivimos con mucha intensidad, puede no ser un reflejo tan idéntico de lo real. De hecho puede parecerse mucho a una mentira. Aunque esa no sea nuestra intensión última. Aunque seamos unos entusiastas buscadores de la verdad.

IV. Yo, por lo menos a veces, me mudo a un espacio invisible. Me escondo. Y desde ahí trato de descubrir si de verdad me preocupa cómo me perciben los otros. Entonces tengo la oportunidad de romper con el ciclo de la mentira. Porque decidir que no, me lleva a otra cosa, me libera para algo más, que a su vez me mantiene en el ciclo. Asumirlo, en cambio, ya es como entrar en neutro. Y puedo hacerme nuevas preguntas. Por ejemplo, preguntarme si la memoria me engaña o soy yo el que me miento a mí mismo. Haciéndome creer que no es importante quien me lee y quien me ve. Después de tantos años de danza. De tanta exposición ante el otro. Años de seguirnos el juego.

fotografía Victor Alexandre

Entonces, este despojarse que es el acontecimiento de la danza, ¿es real? ¿es mentira? ¿qué es real? ¿caí en el juego o la memoria me miente? Y así, me descubro hablándote a ti, que eres yo. Y a los otros que son tú. Me descubro en un laberinto de espejos. En la búsqueda constante por ese otro que nos lea. Espectador constructor, que nos de una forma última. Que nos complete. Que construya su propia verdad sobre lo que ocurrió durante nuestro encuentro. O que genere su propia mentira.

V. Tendría que agradecer, al igual que todos, la posibilidad del olvido y del recuerdo. No me gustaría siquiera imaginar conviviendo en mí, recuerdos exactos, nítidos, de tanta vida y tanta muerte. Los prefiero así, borrosos, lejanos y cercanos, envueltos en la bruma de una memoria imperfecta. Mezcladitos con pesadillas, sueños y deseos. Convirtiéndose en palabras y volviéndose obra.

Rafael Nieves


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