lunes, 2 de enero de 2017

Problemas marginales

fotografía Roldan Rosero
Hace un año estuve preguntándome cosas sobre las relaciones de poder. Sobre la tensión entre centro y periferia. Partí como es natural, desde mi hacer como creador independiente y mi relación con las instituciones. En poco más de treinta y cinco cuartillas intenté dar contexto a lo que pensaba había sido mi relación con las estructuras académicas y administrativas durante mi vida en la danza. Traté de hacer visible cómo las experiencias marginales son el sustento real de unas estructuras que casi siempre pretenden solo valorarse a sí mismas. Y aunque ya hoy no me interesa seguir redundando sobre algo que doy por entendido, ni deseo sustentar sobre ese argumento la totalidad del valor de nuestros logros, asumo que es necesario tasar los acontecimientos que se desencadenaron a partir de esa experiencia, y las razones por las cuales tuvieron razón de ser.

En tiempos anteriores a la formación universitaria, ser bailarín nunca requirió un ejercicio intelectual extremo. De hecho las preocupaciones intelectuales de los danzantes se ajustaban a las preocupaciones particulares de cada individuo. Aunque siempre los ejercicios de exploración y creación en danza nos forzaron a documentarnos, investigar y en general a nutrir nuestras posibilidades intelectuales e imaginativas. Pero los procesos de pensamiento complejo de los bailarines, atendían a sus particularidades. Sobre todo por la gran cantidad de estudiantes de otras carreras incorporados a la danza. Aunque hubo algunos que se preocuparon por la reflexión sobre lo corporal, no eran mayoría, ni mucho menos ocupaban el centro. En otras palabras, podías danzar, incluso hacerlo muy bien, sin preocuparte demasiado por pensar sobre ello. De hecho la preocupación fundamental era, como sigue siendo aun, como vivir de danzar.

 
archivo personal

Para nosotros ya es otra cosa. No podemos evitarlo. Relacionarnos con la creación es también un desafío conceptual. Entender lo que hacemos y porque lo hacemos, hace parte del oficio. Aunque para ser sinceros, algunos continuamos ofreciendo resistencia. Porque nos cuesta, claro está. Y es que no puede ser de otra forma. El cambio de paradigma no obra como la magia. Pero cuando nos toca, fue. Entonces cobra sentido hacer eso que hice hace un año. Así como también cobra sentido pensar que es digno dar la batalla porque se reconozca el valor de las experiencias en sí mismas. Nos convencemos de que entendernos es legitimarnos. Legitimar una forma de saber que se vive desde el cuerpo. Desde el salón de ensayo y la ropa de trabajo. Desde el sacar material y andar descalzo. Desde una forma particular de higiene. Piso de madera, espejo, pote de agua y ungüento mentolado. Sentimos que todo eso hay que escribirlo. Y exponerlo, y debatirlo.

A mí particularmente, lo que me quedó más garabateado en el pellejo desde aquel momento fue la pregunta sobre el cómo. Cómo escribirlo, cómo exponerlo, cómo debatirlo. Porque esa formas habitan la danza y también hay que explorarlas. Y reconocerlas como saber.

O tal vez no. Puede que no nos importe. Que tal vez esa forma misteriosa, divina en que se da la creación, en que se reconocen los seres desde el cuerpo, en la que ocurre el gran acontecimiento de la danza, esté vedada para espacios como la academia. Porque si lo entiendes así, racionalmente, lo matas. El cuerpo quizás deba siempre revelarse al margen. Cómo una ceremonia. Como un ritual mistérico, que no está asociado estrictamente a la razón. Saberes que ocasionalmente son expuestos, para ser disfrutados y anhelados por los no iniciados. De ser así, entonces es mejor no seguir develando verdades.

archivo personal

Ahora, volviendo a los problemas de lo marginal, quizás lo importante de la pregunta sobre el cómo, radica en que pareciera que la danza, se hizo academia para estar en desventaja ante los que no saben danzar. A los que al no estar iniciados, pueden permitirse la duda acerca de las bondades de la construcción desde el cuerpo en movimiento. Es así como hace un año me encontraba yo, hombre de mala fe, preguntándome y escribiendo cosas sobre las relaciones de poder, el centro y periferia, sobre la danza y las instituciones académicas/administrativas, utilizando sus propias categorías. Y fallé. Esa vez, aunque el ensayo fue leído, expuesto y aprobado. Yo básicamente siento que fallé. No puedo evitarlo. Porque conseguí organizar mis ideas y exponerlas, pero no pude crear con libertad.  Las ideas, aunque auténticas muchas de ellas, me parecen estranguladas por la forma. Quieren ser académicas.

Después de esa experiencia, me quedó claro que necesitaba explorar para constituirme con los míos como posibilidad dialogante. Que los tiempos en que sólo nos entregábamos a sudar han acaecido. Que tenemos irremisiblemente que encontrar como transmitir lo que nos ha costado tanto disfrute construir. Que nuestra danza no sólo la compartimos en el acontecer, sino que también debemos entrenarnos para hablarla, escribirla y debatirla.

archivo personal

Aquel no tan lejano día de mi caída, me hicieron un reto bastante interesante. Era un cuestionamiento sobre mi relación con el centro administrativo/académico, el poder y mi posibilidad de ejercicio desde la periferia. Una tarea. Creo que sin saberlo me pasé todo el año respondiendo. Desde el laboratorio, salón de ensayo, ejercicio de la experiencia danzada y la escritura y el debate. Porque de una u otra forma todos somos centro, aunque a mí particularmente me gusta vivirlo desde el margen. Aguante pescuezo. Bienvenidos al 2017.

Rafael Nieves

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