lunes, 1 de mayo de 2017

Caracas Roja Laboratorio

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1. Hemos pasado años manteniendo un espacio donde la prioridad ha sido siempre el cuerpo y su expresión a través de la danza. También ha sido un lugar privilegiado para el encuentro y la convivencia. Un espacio para el reconocimiento del otro a través de nosotros mismos, desde el cual se ha manifestado constantemente nuestra visión de mundo. Animados sobre todo por los afectos y la necesidad de resistir los embates de la realidad. Ella que nos dice que no y nosotros que decimos: Danza.

El tiempo que nos tocó vivir fue este, no otro. Hemos realizado esfuerzos infinitos para no permitir que se nos escape. La danza, que es tan hermosa y esquiva. La hemos compartido sin reserva, guardamos muy poco para nosotros. Solamente lo necesario para vivir. Y aun de esa pequeña porción continuamos sacando esquejes, a la espera de seguir retallando.

Caracas Roja Laboratorio surgió por la necesidad de tener una forma de asociarnos con el mundo y que este nos reconociera. También porque Hilse y yo entendimos que mientras nos pensaran por separado, iba a ser difícil obtener el apoyo y el respeto que sentíamos ameritaba nuestro trabajo. El que pensábamos construir. Pero también surgió por una casualidad, o mejor una causalidad.

2. Durante finales del año 1999 e inicios del 2000, me dispuse a realizar un espectáculo unipersonal a partir de obras de otros. En total eran tres solos de danza y un monólogo escrito especialmente para la obra por Rubén el hermano de Hilse. El espectáculo estaba pensado para ser presentado con la gente sentada alrededor, es decir con las sillas sobre el escenario. También en medio de dos de los solos iban insertados dos trabajos audiovisuales de manufactura casi totalmente casera que hilaban la historia de aquel personaje. La trama no era muy compleja, se trataba sobre un chico de la calle vestido de jean y franela blanca que al parecer le quedaba mal a una banda y terminaba muerto. De hecho cuando el público entraba ya estaba tirado en el piso rodeado por ese dibujo de tiza blanco con que siluetean los cuerpos caídos en las películas. Así que después de leer una crónica policial iluminado con una caja de fósforos, me dedicaba a danzar con furia escena tras escena hasta que en el monólogo final me apuntaba a mí mismo con una pistola y terminaba tirado donde había comenzado. La obra no necesitaba muchos recursos pero como es de imaginar cualquier ayuda nunca estaba de más. Sobre todo porque la estábamos haciendo a título personal, con dinero de nuestros bolsillos y con mucha ayuda de los amigos. Durante las semanas previas al estreno, una amiga que trabajaba en la dirección de danza del extinto CONAC, nos propuso que registráramos una agrupación y que aplicáramos para un subsidio del estado. A nosotros la idea nos ilusionó (nunca habíamos pensado en hacer un grupo) y enseguida nos pusimos con los recaudos, pero teníamos un problema enorme: el nombre.

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No recuerdo cuanto tiempo nos tomó. Lo único que teníamos claro era que no deseábamos llamarla Compañía de Danza, ya que eso nos sonaba extremadamente formal y no nos ayudaba a enunciar las distintas posibilidades que se nos podrían plantear a través de la creación. Aunque en ese momento no sabíamos con exactitud qué queríamos hacer específicamente, entendíamos que debía pasar por el riesgo y la exploración desde el cuerpo. Yo sabía además que tendría que poder poner en ese formato todo el universo de cosas que se nos ocurriera, tal como de hecho ha pasado. De manera que la primera idea/palabra que se nos apareció fue: Laboratorio.

Con Hilse tenemos un juego de toma y dame infinito. Como una tormenta de ideas que puede durar días. Así estamos claros que si nos cruzamos para hablar de algo, siempre estará presente ese tema pendiente. Pero aquel tiempo para elegir nombre se nos agotó dramáticamente. Me parece recordar que el período para introducir los papeles se esfumó y aunque nos dieron prórroga, la vida se nos anegó entre la construcción del documento constitutivo, el registro legal y cosas por el estilo.

Todo en medio de la locura, al mismo tiempo de la producción del espectáculo: Caracas Roja: Crónica, al cual como es ya obvio le robamos una parte para que quedara simplemente como Crónica, y tener un nombre para nuestro laboratorio.

3. Así es cómo desde el inicio y desde la complicidad con su primer espectáculo, nuestra agrupación pretendía asumir una crítica responsable sobre el tema de la violencia en nuestra ciudad. Aunque a decir verdad, no siempre todo nos sale como nos gustaría. Y habiendo pasado tanta agua bajo el puente, he de reconocer que no todo el tiempo decimos lo que queremos, ni con la propiedad que deseamos. Sobre todo cuando operamos desde la imagen o la metáfora o la abstracción. Aquella primera vez nuestro espectáculo quedó muy bien. Pero siendo sincero, el tiempo me enseñó que la mejor forma de criticar la violencia es alejándome de ella. Que los límites entre la crítica y la apología son muy endebles, sobre todo si el discurso opera desde lenguajes tan bellamente construidos como los que se pueden constituir desde el cuerpo y la danza.

Crónica
 por José Carlos Gómez

Cuando me asomo a la ventana de aquellos años, creo que además de ingeniosos y enérgicos, fuimos también muy ingenuos. Y quizás todavía lo somos. Sin darnos cuenta nuestros discursos son fácilmente asimilables por otras fuerzas, para nosotros impredecibles. Casi siempre estas fuerzas hacen uso de nuestro ímpetu y talento. De las ganas de crear y hacer vida en la danza. Eso me parece que no ha cambiado mucho. En lo particular, no me arrepiento de todo lo danzado, de nada de lo vivido. Pero me he prometido a mi mismo no ser más el caballo de batalla de aquellos que no teniendo como exhibir logros, están eternamente a la caza de incautos. No podemos seguir siendo incapaces de leer más allá de nuestro bienestar personal y disfrute.

Así que desde este cuerpo mío, he decidido dejarme en paz y declarar con toda voluntad que mi compromiso es por sobre todas las cosas con la danza. Y con mi familia. Y con los afectos que siempre están constituyéndose desde la coherencia. Por ahora cualquier otra oferta debe esperar por otro cuerpo que no sea el mío, que sólo desea reconocerse en aquellos con los que puede estar en resonancia.

Rafael Nieves

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