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1. Hemos
pasado años manteniendo un espacio donde la prioridad ha sido siempre el cuerpo
y su expresión a través de la danza. También ha sido un lugar privilegiado para
el encuentro y la convivencia. Un espacio para el reconocimiento del otro a
través de nosotros mismos, desde el cual se ha manifestado constantemente
nuestra visión de mundo. Animados sobre todo por los afectos y la necesidad de
resistir los embates de la realidad. Ella que nos dice que no y nosotros que decimos:
Danza.
El tiempo que nos tocó vivir fue este, no otro. Hemos realizado esfuerzos infinitos para no permitir que se nos escape. La danza, que es tan hermosa y esquiva. La hemos compartido sin reserva, guardamos muy poco para nosotros. Solamente lo necesario para vivir. Y aun de esa pequeña porción continuamos sacando esquejes, a la espera de seguir retallando.
Caracas
Roja Laboratorio surgió por la necesidad de tener una forma
de asociarnos con el mundo y que este nos reconociera. También porque Hilse y
yo entendimos que mientras nos pensaran por separado, iba a ser difícil obtener
el apoyo y el respeto que sentíamos ameritaba nuestro trabajo. El que
pensábamos construir. Pero también surgió por una casualidad, o mejor una
causalidad.
2. Durante
finales del año 1999 e inicios del 2000, me dispuse a realizar un espectáculo
unipersonal a partir de obras de otros. En total eran tres solos de danza y un
monólogo escrito especialmente para la obra por Rubén el hermano de Hilse. El
espectáculo estaba pensado para ser presentado con la gente sentada alrededor,
es decir con las sillas sobre el escenario. También en medio de dos de los
solos iban insertados dos trabajos audiovisuales de manufactura casi totalmente
casera que hilaban la historia de aquel personaje. La trama no era muy
compleja, se trataba sobre un chico de la calle vestido de jean y franela
blanca que al parecer le quedaba mal a una banda y terminaba muerto. De hecho
cuando el público entraba ya estaba tirado en el piso rodeado por ese dibujo de
tiza blanco con que siluetean los cuerpos caídos en las películas. Así que
después de leer una crónica policial iluminado con una caja de fósforos, me
dedicaba a danzar con furia escena tras escena hasta que en el monólogo final
me apuntaba a mí mismo con una pistola y terminaba tirado donde había
comenzado. La obra no necesitaba muchos recursos pero como es de imaginar
cualquier ayuda nunca estaba de más. Sobre todo porque la estábamos haciendo a
título personal, con dinero de nuestros bolsillos y con mucha ayuda de los
amigos. Durante las semanas previas al estreno, una amiga que trabajaba en la
dirección de danza del extinto CONAC, nos propuso que registráramos una
agrupación y que aplicáramos para un subsidio del estado. A nosotros la idea
nos ilusionó (nunca habíamos pensado en hacer un grupo) y enseguida nos pusimos
con los recaudos, pero teníamos un problema enorme: el nombre.
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No recuerdo cuanto tiempo
nos tomó. Lo único que teníamos claro era que no deseábamos llamarla Compañía de Danza, ya que eso nos sonaba
extremadamente formal y no nos ayudaba a enunciar las distintas posibilidades
que se nos podrían plantear a través de la creación. Aunque en ese momento no
sabíamos con exactitud qué queríamos hacer específicamente, entendíamos que
debía pasar por el riesgo y la exploración desde el cuerpo. Yo sabía además que tendría que
poder poner en ese formato todo el universo de cosas que se nos ocurriera, tal
como de hecho ha pasado. De manera que la primera idea/palabra que se nos apareció
fue: Laboratorio.
Con Hilse tenemos un juego
de toma y dame infinito. Como una tormenta de ideas que puede durar días. Así estamos
claros que si nos cruzamos para hablar de algo, siempre estará presente ese
tema pendiente. Pero aquel tiempo para elegir nombre se nos agotó dramáticamente.
Me parece recordar que el período para introducir los papeles se esfumó y
aunque nos dieron prórroga, la vida se nos anegó entre la construcción del
documento constitutivo, el registro legal y cosas por el estilo.
Todo en medio de la locura,
al mismo tiempo de la producción del espectáculo: Caracas Roja: Crónica, al cual como es ya obvio le robamos una
parte para que quedara simplemente como Crónica,
y tener un nombre para nuestro laboratorio.
3. Así
es cómo desde el inicio y desde la complicidad con su primer espectáculo, nuestra
agrupación pretendía asumir una crítica responsable sobre el tema de la
violencia en nuestra ciudad. Aunque a decir verdad, no siempre todo nos sale
como nos gustaría. Y habiendo pasado tanta agua bajo el puente, he de reconocer que
no todo el tiempo decimos lo que queremos, ni con la propiedad que deseamos. Sobre
todo cuando operamos desde la imagen o la metáfora o la abstracción. Aquella
primera vez nuestro espectáculo quedó muy bien. Pero siendo sincero, el tiempo
me enseñó que la mejor forma de criticar la violencia es alejándome de ella. Que
los límites entre la crítica y la apología son muy endebles, sobre todo si el
discurso opera desde lenguajes tan bellamente construidos como los que se
pueden constituir desde el cuerpo y la danza.
Crónica por José Carlos Gómez |
Cuando me asomo a la ventana de aquellos años, creo que además de ingeniosos y enérgicos, fuimos también muy ingenuos. Y quizás todavía lo somos. Sin darnos cuenta nuestros discursos son fácilmente asimilables por otras fuerzas, para nosotros impredecibles. Casi siempre estas fuerzas hacen uso de nuestro ímpetu y talento. De las ganas de crear y hacer vida en la danza. Eso me parece que no ha cambiado mucho. En lo particular, no me arrepiento de todo lo danzado, de nada de lo vivido. Pero me he prometido a mi mismo no ser más el caballo de batalla de aquellos que no teniendo como exhibir logros, están eternamente a la caza de incautos. No podemos seguir siendo incapaces de leer más allá de nuestro bienestar personal y disfrute.
Así que desde este cuerpo mío, he decidido dejarme en paz y declarar con toda voluntad que mi
compromiso es por sobre todas las cosas con la danza. Y con mi familia. Y con
los afectos que siempre están constituyéndose desde la coherencia. Por ahora cualquier
otra oferta debe esperar por otro cuerpo que no sea el mío, que sólo desea
reconocerse en aquellos con los que puede estar en resonancia.
Rafael Nieves
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