En estos momentos en que es
tan fácil doler, voy a permitirme hablar de amores. Pero no de los amores
absolutos como el de mis hijos, el de familia o el que se tiene por la mujer
amada. Quiero hablar de mis amores de la danza, que es como decir de la vida.
Vida que transcurre y a veces es buena y a veces es mala. Pero siempre es vida
y es danza.
Danzar se dice tan fácil como amar
o vivir.
Cuando me pregunto con quién,
lo que estoy es preguntando por amores. Por gente que puede estar tan cerca que
se funde en un nosotros, simple y poderoso. Gente con quien vivimos la danza.
No creo que se pueda crear sin amor. Lo otro es destrucción y en el cuerpo,
para eso ya se tiene el tiempo.
Fotografía Jonathan Contreras |
Aquellos que viven procesos de
creación desde el cuerpo, tienden a reconocerse como propios. Y así a partir de
cada propuesta, encuentro y experiencia, nacen vínculos y solidaridades; membrecías
complejas que obedecen a los encantos del esfuerzo y a las búsquedas comunes.
Estos amores van engranando y distendiendo redes de iguales, donde lo
importante más allá de las capacidades es la comprensión del otro. La obra
termina siendo el fruto, la materia inacabada que pende de uno y de todos.
Imagino entre los míos una red
de creadores infinita, que enlaza cada aspecto sustancial de nuestras vidas.
Donde cada uno cumple un rol indispensable y no existe esfuerzo menor.
Fotografía Víctor Alexandre |
Creo que cada encuentro, está
asociado a una posibilidad. Que somos en esos momentos porque estamos
dispuestos para. Es tan fácil vivir, danzar, amar de esta manera porque nos
sabemos en el otro, somos una parte suya. No necesitamos excusa para estar. Visto
así, es absolutamente comprensible el dolor de no estar dentro de un proceso
determinado; de perderse en el anhelo por una experiencia o un alguien. Pero como
cualquier otra, ésta es tan factible como la ineludible posibilidad de muerte.
Lo cual no hace más que habilitarnos para continuar la búsqueda.
La danza nos ofrece una
infinidad de vías para ser
y para preguntarnos por ese ser.
Es ahí donde vuelvo a mis
amores, mis cariños de la danza. Constituyéndonos juntos como posibilidad. Sobre
todo en estos momentos en que es tan fácil desdibujarse. Y los encuentro;
tantos y tan diversos, que podría pasar siglos catalogándolos por formas,
olores e intensidades. La más de las veces en salones con piso de madera y
espejos. Pero muchos más en la vida. Todos en su ruta, como es normal. Algunos
instalados en el hogar que es la danza. Hasta que juntos nos vemos crecer y
partir. En medio de dichas y desgracias, pero casi siempre mucho más sabios.
La pregunta por los quienes,
es fundamental en la resolución de la danza. Porque la danza se hace con gente.
Gente amada preferiblemente. Gente con la que hemos elegido vivir, amar y
danzar.
Rafael Nieves
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