lunes, 2 de mayo de 2016

Cuguyón

para Alan y Luis Vicente

Hay cosas para las cuales no tengo más que la imaginación. Son cosas no-sabidas enteramente. Elaboraciones construidas a partir de algún relato o la convivencia con gentes que si conocen estas cosas. A medio camino entre lo desconocido y lo inventado. Algún falto de fe diría: casi un chisme. En esta categoría de cosas se incluyen objetos, lugares, experiencias y alguna que otra maravilla.


Fotografía Sergio Pérez
Lo que me hace detenerme en esas, las cosas no-sabidas, es el vínculo posible. Lo que podrían llegar a ser en mí, en nosotros. Es decir lo que el otro me muestra y me deja encantado. La idea de un sabor, de un sonido, de unos cuerpos. Y los amores.

Pienso en Güiria, no la conozco. No me la sé. Pero tengo un par de cariños entrañables de la danza que me la dicen, me la cuentan. Y desde ese no-saber me maravillo, me enamoro de esa posibilidad. Y pienso en la playa. En una ciudad con su liceo y su alcaldía quemada, sus canchas y sus fiestas. Y entonces uno de los amigos se aparece después de unas vacaciones con una botella de plástico desechable llena de Mabí, bebida que sacaron de las costillas de una mata, que cura y refresca. Y después aparece el otro con un pedazo gigante de pipote petrolero, que contiene la música maravillosa de los martillos y los hierros y del mar. Y me enamoro más.

Y me digo que ese es mi trabajo, enamorarme y enamorar.

Fotografía Sergio Pérez
Y dentro de esas, mis maravillas, está el paladar. Al parecer el agua de coco, el plátano verde y los animales del mar son el sustento de los habitantes de ese lugar soñado. Lo que es una forma bastante sabrosa de adaptar el paladar a lo que les ofrece, desde los tiempos en que se juntaron en esa tierra y con ese nombre, los distintos pueblos que de ahí se sienten. 

Y de regreso, nos pienso a todos acá, entre amores y danzas, nutriéndonos de lo que podemos compartir. Extrañando los cangrejos y la playa. Haciendo Cuguyón con lo que podamos. Creando un guiso de amores locos y danza, que se parezca un poquito a esa Güiria tan querida, que yo no me sé.


 Rafael Nieves

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