lunes, 15 de agosto de 2016

Descripción de un estado

Al principio me dio rabia. Me reprimí con fuerza y busqué respirar con calma. Pero el dolor que me corría desde la cuenca del ojo hasta la sien derecha, me impidió cualquier ejercicio de mesura. Sólo dolor, sudor y la calentura de una fiebre de tres días.

fotografía Gabriel Calderón

Cualquier posición era incómoda, ya el día no tenía hora, porque como para qué. La almohada parecía un guiñapo, estaba más sudada que yo y lo que hacía era aumentar la angustia, la incomodidad. Era la hora de la danza, de tratar de encontrar reposo en las posturas que no puede hacer el que no ha hecho yoga. Por algunos momentos uno encuentra una posición en la cual pareciese que los fluidos se equilibran o algo, o se pisa el nervio adecuado, entonces baja un poquito el pinzamiento en la cabeza y llega como una paz. Esa paz dolorosa pero tenue, bajita, soportable; donde uno se da cuenta cómo corre el sudor desde la espalda hasta el fondo o de lo caliente que se siente el aire que nos sale de adentro; o aparecen esos otros dolorcitos menores que no son nada. La verdad se transforma en  ese momento de gracia que nos regala el malestar.

Cuando uno encuentra ese estado, realmente está como perdido, pero sabe que llegó a algo. Como a un escalón más ancho, a un rellano de la escalera interminable hacia el sentirse mal. Es como una tregua momentánea. 
Estando ahí pude pensar.


archivo personal
Y, pensé en la muerte.

Pensé que la danza tendría que convertirse, no sólo en una vía para la comprensión de la vida. Esa opción abierta que nos invita a descubrir las múltiples formas que ofrece el ser y la movilidad en libertad. Sino que también debería constituirse como una vía para lo otro; una preparación para lo que no sabemos, pero que también nos pertenece. Porque si pertenecemos a algo dentro de todas nuestras opciones, es a la posibilidad de morir.

Y en ese momento de dolor suspendido, era una opción tan real, como perceptible. Nada extra para hacer, ninguna decisión que tomar, era pura sensación de fluidez. Puro dejarse llevar. Una sensación de abandono. Pero no ese abandono tristón e inauténtico al que románticamente estamos acostumbrados. No, era más una noción de conciencia. Una interpretación que se nos escapa a los que sólo nos pensamos vivos.


fotografía Gabriel Calderón

Para mí es normal pensar desde la danza, porque es desde ahí donde he aprendido con los años, a valorar las cualidades del sentir. Esas búsquedas que ya no se limitan a preguntarse por lo tangible. Y aunque ha sido muy dulce encaminarse al encuentro de las sensaciones placenteras, tanto las fuertes como las sutiles, reconozco que en este estado de abandono, de dolor intenso y continuo, hay también una parte de mí, inexplorada y abierta. Creo que con la danza el tránsito es más mío. Así que adolorido y sudado, he decidido tomar algunas notas que me sirvan para el camino.

Primer registro de enfermo. La sensación de ingravidez que produce la fiebre sólo es apreciable una vez superado cierto umbral. Si el quebranto lo permite, llegas a insensibilizarte del resto de los estímulos. El frío de la gota de sudor que te recorre la espalda o los espasmos que dan cuando recibes una corriente de aire. Una vez que los controlas, sientes que flotas.

Segundo registro de enfermo. Cuando tienes un dolor de cabeza por más tiempo que el acostumbrado, por ejemplo dos o tres días, una tos se vuelve mortal. Cada vez que la sientes venir, quisieras que tu cabeza estuviera sellada al vacío como un frasco. Porque sabes que aunque parezca mentira, vas a sentir tu cerebro menearse dentro del cráneo como una maraca.

Tercer registro de enfermo. Los estornudos tienen cierto sentido catártico, liberador. Generalmente no tienes idea de donde proviene tanto moco. Pero el día en que te da algo parecido a una sinusitis, obtienes la certeza de que la flema está alrededor de tus ojos, endurecida, como un antifaz que se resiste a cualquier modo de expulsión.
archivo personal

Cuarto registro de enfermo. Con la fiebre, llega un momento en que sudar se vuelve tu cosa favorita en el mundo. Te da la noción de que vas de regreso. Así no entiendas por qué sudas recién salido de la regadera.

Quinto registro de enfermo. Nunca he sabido de alguien que haya quebrado un termómetro con los dientes. Para mí es como estar parado al borde del precipicio, siempre siento que puede pasar.

Sexto registro de enfermo. Doy fe absoluta de la noción según la cual, alguien puede simplemente dejarse ir en un estado de paz o dolor y cansancio extremo. En algún momento llegué a preguntarme donde quedaba el suiche que me permitiría apagar todo e irme de una vez.

 Rafael Nieves

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