I. Después de
tanto tiempo, nosotros los que habitamos este cuerpo, hemos aprendido a
tomarnos nuestro tiempo de retorno. Es un tiempo parecido a cuando te
despiertas y tratas de enfocar los números del reloj. Vas tratando de hacer
coincidir las figuras hasta hacerlas una sola y luego, en un acto de múltiples
acuerdos, nos levantamos y juntos entramos al baño. La más de las veces, es el
agua de la regadera rodando por la espalda, la que nos hace sentirnos uno; para
luego ir a la vida contradiciéndonos lo menos posible entre nosotros.
Los domingos son un caso excepcional
porque con la postergación del baño, andamos todos regados e indecisos por la
casa arrastrando las cholas entre las matas, los libros, los animales y
cualquier otra cantidad de cosas pospuestas durante la semana.
archivo personal |
II. Aclaro que imaginarme
así de a varios en vez de uno, me resulta más sencillo que pensarme siendo uno en
varias realidades posibles. Igual lo importante en este caso es la sensación de
reacomodo, donde la conciliación de distintos intereses, me hacen cerrar filas
en torno al bienestar de los míos, incluyendo todos esos que me habitan.
Considero importante resaltar que nosotros,
los que al ponernos de acuerdo logramos salir en la mañana y ordenar nuestro
mundo, no tenemos siempre las mismas apetencias, aptitudes, ni aspiraciones. Algunas
veces nos pasa por ejemplo, no poder decidir sobre la importancia de
determinada cosa. No hay consenso. Aunque la mayor parte del tiempo nos decidimos
por aquello que ocasione lo mejor para nuestro entorno. Incluyéndonos. A todos.
Hasta tú. En algunos casos, hemos logrado consensos a favor del bienestar de
otros; cosas que ameritan sacrificios. Las hacemos. Casi nunca entramos en
contradicciones profundas con respecto a cuestiones fundamentales, cosas vitales
digamos.
La cuestión de los regresos ya es otra
cosa.
archivo personal |
Porque significa que estuvimos ahí y nos
fuimos. Eso nos genera como es natural, un alerta. Un estado de especial
atención. Cosa que nunca nos pasa con la danza, porque de ahí sentimos que
nunca nos vamos. Pero hay en cambio otros lugares, otras situaciones de las que
vamos y venimos. Entramos y salimos. Muy pocas veces, casi nunca, nos cerramos la
posibilidad de volver. Pero esos tiempos se deciden en plenaria y eso ocurre
generalmente los últimos jueves de cada mes.
III. Algunas veces
nos dejamos. Es como estar en varios sitios, hacer varias cosas, pensar o
sentir regado. Esos momentos múltiples generan obviamente mucho desconcierto a los
que no son yo o nosotros. Mucha angustia. Pero al igual que en cualquier grupo,
pasa que a veces nos cansamos los unos de los otros. Entonces nosotros, los que
habitamos este cuerpo nos dejamos por un rato, no mucho claro, pero nos dejamos
estar. Y en ese estar hacemos, seguimos, construimos, pero en silencio de los
otros. En estado de ausencia.
Entonces retornamos. Volvemos a ser uno
con todos y ocupamos nuestro puesto, cumplimos nuestras obligaciones. Nos esforzamos al máximo
por ser coherentes. Tratamos de llamarnos igual; incluso tratamos de ser el
mismo, pero menos soberbios, más sabios.
Regreso
archivo personal |
I. El día que se
fue, caminó por los pasillos y se alejó por donde está la venta de frutas.
Dobló a la derecha para entrar al terreno donde una vez en el carro, lo demás
sería dejarse ir. De ahí a la calle, de la calle a la autopista, de la
autopista a otra calle y así. Sencillo. Como llevado de la mano.
II. Si durante ese
trayecto pasó algo significativo, puede que no lo recuerde. Lo fundamental en
ese instante era la noción de regreso. Acción que, aunque no pudiese
observarse, ocurrió por partes. Primero el cuerpo, luego la cabeza y así,
durante varias horas. Días. Casi como en un acto mecánico, una vez iniciado el
proceso fue prácticamente imposible detenerlo. Lo que una vez fue ir, se había
trasformado en regreso.
III. Lo otro sería
pensar en un retorno del retorno. Y por ahora eso no tenía sentido. Aunque
doliera. Mucho.
Rafael Nieves
No hay comentarios:
Publicar un comentario